17 versículos para funerales: palabras de aliento para un funeral cristiano


En los momentos de duelo, es normal sentir una mezcla de emociones y hasta se puede cuestionar el propósito de las cosas. En esos momentos, la fe se convierte en apoyo fundamental. Compartir versículos y palabras reconfortantes puede abrir la puerta para que el Espíritu Santo traiga consuelo a un corazón atribulado.

Permitamos que la presencia de Dios traiga consuelo, pues él ha prometido secar toda lágrima de nuestros ojos. Que el Espíritu Santo ofrezca descanso, alivio y paz al corazón que se halla en busca de serenidad.

Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
(Apocalipsis 21:4)

En medio de la despedida, encontramos consuelo en las palabras de Jesucristo. No te angusties, cree en su palabra:

No se turbe el corazón de ustedes. Creen en Dios; crean también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay. De otra manera, se los hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para ustedes. Y si voy y les preparo lugar, vendré otra vez y los tomaré conmigo para que donde yo esté ustedes también estén.
(Juan 14:1-3)

Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.
(Juan 11:25)

Que la esperanza de la vida eterna en Cristo nos consuele y fortalezca. Sabemos que a los que creen en Jesucristo les espera un reencuentro glorioso que permanecerá por la eternidad.

Que el amor de Dios, que es mucho más grande y fuerte que la muerte, envuelva los corazones afligidos en este momento de despedida:

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor.
(Romanos 8:38-39)

En medio del dolor de la separación, encontramos consuelo en el amor de Dios. Nada podrá separarnos del amor de Dios. Su amor nos cubre en medio de cualquier situación y nos ayuda a permanecer firmes en el Señor. Que esta certeza nos consuele y fortalezca en este momento difícil.

En Cristo, la muerte no es el fin. Gracias al poder incomparable de Dios, nuestro Señor Jesucristo venció la muerte en la cruz y, gracias a él, tenemos vida eterna.

Porque el pecado es el aguijón de la muerte, y la ley es la que da poder al pecado. ¡Pero gracias sean dadas a Dios, de que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
(1 Corintios 15:56-57)

En tiempos de luto, encontramos consuelo en la promesa divina de que aquellos que parten en Cristo descansan y estarán en su paz eterna.

Todos los que obedecen a Dios pasan a mejor vida y reposan en su lecho de muerte.
(Isaías 57:2)

Que la esperanza en Jesús consuele los corazones afligidos, fortaleciéndonos para afrontar la despedida, sabiendo que la vida eterna espera a quienes creen.

Hermanos, no queremos que ustedes se queden sin saber lo que pasará con los que ya han muerto, ni que se pongan tristes, como los que no tienen esperanza. Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios levantará con Jesús a los que murieron en él.
(1 Tesalonicenses 4:13-14)

Porque el Señor mismo descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarán primero.
(1 Tesalonicenses 4:16)

En medio del dolor de la separación, confiamos en la promesa de vida eterna en Cristo. Que su paz consuele nuestros corazones. Siéntete amado por el consolador, el Espíritu Santo:

Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
(Mateo 5:4)

El Señor es nuestro refugio y fortaleza siempre presente en los momentos más difíciles. Confiamos en la promesa de la resurrección y la esperanza de la reunión en la eternidad. Cuando oramos y clamamos a Dios, compartimos con él nuestro dolor, confiando en su inmensa misericordia que acoge a todos sin distinción.

Él transformará el cuerpo de nuestra humillación, para que sea semejante al cuerpo de su gloria, por el poder con el que puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
(Filipenses 3:21)

Recuerda que Dios siempre está a tu lado, tomándote de la mano y ofreciéndote consuelo en momentos de dolor. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, esté contigo y con tu familia.

Dios sabe todas las cosas. Él es soberano y sabe lo que es mejor para nosotros. Todo tiene su momento y ocasión.

Todo tiene su tiempo. Hay un momento bajo el cielo para toda actividad:
El momento en que se nace,
y el momento en que se muere;
el momento en que se planta,
y el momento en que se cosecha...
(Eclesiastés 3:1-2)

Busquemos someternos a la soberanía de Dios confiando en su palabra. El momento de sonreír volverá, y antes de lo que pensamos estaremos todos reunidos con el Padre celestial.

Que tu bondad me consuele
conforme a lo que has prometido
a tu siervo.
(Salmo 119:76)

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones. De esta manera, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios, también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación.
(2 Corintios 1:3-4)

Todo va al mismo lugar; todo es hecho del polvo y todo volverá al mismo polvo.
(Eclesiastés 3:20)

El hombre, como la hierba
son sus días:
Florece como la flor del campo
que, cuando pasa el viento, perece
y su lugar no la vuelve a conocer.
(Salmo 103:15-16)

Pues como Dios levantó al Señor, también a nosotros nos levantará por medio de su poder.
(1 Corintios 6:14)

De cierto, de cierto les digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación sino que ha pasado de muerte a vida.
(Juan 5:24)

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