Hay muchos versículos en la Biblia que son como un bálsamo: alivian nuestro dolor y nos ayudan a comenzar el proceso de sanidad. Podemos acudir a Dios en medio de nuestro duelo y compartir con él nuestro pesar. Dios no nos rechaza ni nos reprende. Él nos entiende, nos abraza, nos consuela y da descanso a nuestra alma.
Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.
(Mateo 11:28-30)
El justo perece, y a nadie le importa;
mueren tus siervos fieles, y nadie comprende
que mueren los justos a causa del mal.
Los que van por el camino recto mueren en paz;
hallan reposo en su lecho de muerte.
(Isaías 57:1-2)
El Señor está cerca de los quebrantados de corazón,
y salva a los de espíritu abatido.
(Salmo 34:18)
Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.
(Apocalipsis 21:4)
Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza. ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él.
(1 Tesalonicenses 4:13-14)
Porque solo un instante dura su enojo,
pero toda una vida su bondad.
Si por la noche hay llanto,
por la mañana habrá gritos de alegría.
(Salmo 30:5)
Devorará a la muerte para siempre;
el Señor omnipotente enjugará las lágrimas de todo rostro,
y quitará de toda la tierra
el oprobio de su pueblo.
El Señor mismo lo ha dicho.
(Isaías 25:8)
Entonces Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?
(Juan 11:25-26)
Este es mi consuelo en medio del dolor:
que tu promesa me da vida.
(Salmo 119:50)
Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
(Mateo 5:4)
En su angustia clamaron al Señor,
y él los salvó de su aflicción.
Los sacó de las sombras tenebrosas
y rompió en pedazos sus cadenas.
(Salmo 107:13-14)
Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza,
nuestra ayuda segura en momentos de angustia.
(Salmo 46:1)
Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.
(Juan 16:33)
Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá;
no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre.
(Salmo 55:22)
Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu,
pero Dios fortalece mi corazón;
él es mi herencia eterna.
(Salmo 73:26)
Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
(Romanos 8:38-39)
Lo mismo les pasa a ustedes: Ahora están tristes, pero cuando vuelva a verlos se alegrarán, y nadie les va a quitar esa alegría.
(Juan 16:22)
(El Señor) restaura a los de corazón quebrantado
y cubre con vendas sus heridas.
(Salmo 147:3)
Mucho valor tiene a los ojos del Señor
la muerte de sus fieles.
(Salmo 116:15)
Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes.
(1 Pedro 5:7)
No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y, si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté.
(Juan 14:1-3)
Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá;
no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre.
(Salmo 55:22)
Cuando en mí la angustia iba en aumento,
tu consuelo llenaba mi alma de alegría.
(Salmo 94:19)
Toma en cuenta mis lamentos;
registra mi llanto en tu libro.
¿Acaso no lo tienes anotado?
(Salmo 56:8)
La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.
(Juan 14:27)
Que nuestro Señor Jesucristo mismo y Dios nuestro Padre, que nos amó y por su gracia nos dio consuelo eterno y una buena esperanza, los anime y les fortalezca el corazón, para que tanto en palabra como en obra hagan todo lo que sea bueno.
(2 Tesalonicenses 2:16-17)
Volverán los rescatados del Señor,
y entrarán en Sión con cánticos de júbilo;
su corona será el gozo eterno.
Se llenarán de regocijo y alegría,
y se apartarán de ellos el dolor y los gemidos.
(Isaías 51:11)
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar, y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar, y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto.
(Eclesiastés 3:1-4)
Todo tiene su tiempo, Eclesiastés 3
Me infunde nuevas fuerzas.
Me guía por sendas de justicia
por amor a su nombre.
Aun si voy por valles tenebrosos,
no temo peligro alguno
porque tú estás a mi lado;
tu vara de pastor me reconforta.
(Salmo 23:3-4)
De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.
(Romanos 8:18)
Oh Dios, escucha mi clamor
y atiende a mi oración.
Desde los confines de la tierra te invoco,
pues mi corazón desfallece;
llévame a una roca donde esté yo a salvo.
Porque tú eres mi refugio,
mi baluarte contra el enemigo.
Anhelo habitar en tu casa para siempre
y refugiarme debajo de tus alas. Selah
(Salmo 61:1-4)
Así que no temas, porque yo estoy contigo;
no te angusties, porque yo soy tu Dios.
Te fortaleceré y te ayudaré;
te sostendré con mi diestra victoriosa.
(Isaías 41:10)
Y esta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el día final.
(Juan 6:39)
Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren.
(2 Corintios 1:3-4)
Entonces oí una voz del cielo, que decía: «Escribe: Dichosos los que de ahora en adelante mueren en el Señor».
«Sí —dice el Espíritu—, ellos descansarán de sus fatigosas tareas, pues sus obras los acompañan».
(Apocalipsis 14:13)
Se inundarán en llanto mis ojos,
sin cesar y sin consuelo,
hasta que desde el cielo
el Señor se digne mirarnos.
(Lamentaciones 3:49-50)
Desde lo más profundo de la fosa
invoqué, Señor, tu nombre,
y tú escuchaste mi plegaria;
no cerraste tus oídos a mi clamor.
Te invoqué, y viniste a mí;
«No temas», me dijiste.
(Lamentaciones 3:55-57)
El Señor levanta a los caídos
y sostiene a los agobiados.
(Salmo 145:14)
Tenme compasión, Señor, que estoy angustiado;
el dolor está acabando con mis ojos,
con mi alma, ¡con mi cuerpo!
La vida se me va en angustias,
y los años en lamentos;
la tristeza está acabando con mis fuerzas,
y mis huesos se van debilitando.
(Salmo 31:9-10)
Cuán grande es tu bondad,
que atesoras para los que te temen,
y que a la vista de la gente derramas
sobre los que en ti se refugian.
(Salmo 31:19)
Ustedes los cielos, ¡griten de alegría!
Tierra, ¡regocíjate!
Montañas, ¡prorrumpan en canciones!
Porque el Señor consuela a su pueblo
y tiene compasión de sus pobres.
(Isaías 49:13)
Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
(1 Corintios 1:3)
«¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?»
El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
(1 Corintios 15:55-57)
Aunque cambien de lugar las montañas
y se tambaleen las colinas,
no cambiará mi fiel amor por ti
ni vacilará mi pacto de paz,
—dice el Señor, que de ti se compadece—.
(Isaías 54:10)
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