19 versículos sobre humillarse ante Dios


Humillarse ante Dios es reconocer nuestro pecado ante él, pidiendo su perdón. El pecado trae humillación y consecuencias vergonzosas para los culpables. Pero Dios honra a los humildes que buscan obedecer sus mandamientos y hacer el bien. Dios perdona a los que se humillan ante él, pero los arrogantes que no se arrepienten de sus pecados, serán humillados.

Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.
(Santiago 4:10)

Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él los exalte al debido tiempo.
(1 Pedro 5:6)

Si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.
(2 Crónicas 7:14)

Si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra. (2 Crónicas 7:14)

Señor, por tu bondad y misericordia, ¡respóndeme!
Por tu infinita piedad, ¡dígnate mirarme!
¡No le vuelvas la espalda a este siervo tuyo!
¡Date prisa, y escúchame, que estoy angustiado!
¡Acércate, y ven a salvarme la vida!
¡Líbrame, por causa de mis enemigos!

Tú sabes de mi afrenta, mi confusión y mi oprobio;
ante ti están todos mis adversarios.
Las burlas me han roto el corazón, y estoy acongojado.
Esperaba compasión, y nadie me la tuvo;
alguien que me consolara, y a nadie hallé.
(Salmo 69:16-20)

Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
(Filipenses 2: 5-8)

La soberbia humilla al hombre;
al humilde de espíritu lo sostiene la honra.
(Proverbios 29:23)

Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.
(Romanos 5:5)

Perfecciona mi corazón con tus estatutos,
para que no tenga de que avergonzarme.
(Salmo 119:80)

Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad.
(2 Timoteo 2:15)

Pero tampoco tenga ninguno vergüenza si sufre por ser cristiano. Al contrario, glorifique a Dios por llevar ese nombre.
(1 Pedro 4:16)

Los apóstoles salieron del concilio felices de haber sido dignos de sufrir por causa del Nombre.
(Hechos 5:41)

Cuando Jesús vio que los invitados a la mesa escogían los mejores lugares, les contó una parábola: «Cuando te inviten a una boda, no vayas a sentarte en el mejor lugar, no sea que otro de los invitados sea más importante que tú, y cuando venga el anfitrión te diga: “Dale tu lugar a este otro”; porque entonces, con toda vergüenza, tendrás que ir a ocupar el último lugar. Así que, cuando seas invitado, ve más bien a sentarte en el último lugar, para que cuando venga el anfitrión te diga: “Amigo mío, ven y siéntate más adelante”. Así serás honrado delante de los otros invitados a la mesa. Porque todo el que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.»
(Lucas 14:7-11)

En aquel día serán doblegados los altivos y humillados los soberbios; ¡sólo el Señor será exaltado!
(Isaías 2:11)

Tú salvas a los humildes,
pero humillas a los soberbios.
Señor, mi Dios,
tú mantienes mi lámpara encendida;
¡tú eres la luz de mis tinieblas!
(2 Samuel 22:28-29)

Entonces aquel hombre me dijo: No tengas miedo, Daniel, porque tus palabras fueron oídas desde el primer día en que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios. Precisamente por causa de tus palabras he venido.
(Daniel 10:12)

Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
(Mateo 23:12)

Por eso mismo padezco esto. Pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro de que él es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.
(2 Timoteo 1:12)

Pues la Escritura dice: «Todo aquel que cree en él, no será defraudado.»
(Romanos 10:11)

El Señor da pobreza y riqueza;
el Señor nos humilla y nos enaltece.
(1 Samuel 2:7)

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