¡Un día todos los que hemos creído en Jesús como Señor y Salvador viviremos en el cielo! Habitaremos allí con Dios y podremos verlo cara a cara. Veremos la gloria de Dios y estaremos para siempre con él. Lo adoraremos y gozaremos de su amor, su presencia y toda su plenitud por la eternidad. ¡El cielo es nuestro destino eterno!
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
(Filipenses 3:20-21)

¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
Mi carne y mi corazón desfallecen;
Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
(Salmo 73:25-26)
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
(Juan 14:2)
Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.(Apocalipsis 21:21-27)
Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.
(2 Corintios 12:1-4)
Los cielos cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
(Salmo 19:1)
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
(Colosenses 3:2)
Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
(Mateo 6:9)
Jesús le dijo: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.»
(Lucas 23:43)
Como está escrito: Las cosas que ningún ojo vio, ni ningún oído escuchó,
Ni han penetrado en el corazón del hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que lo aman.
(1 Corintios 2:9)
Bien sabemos que si se deshace nuestra casa terrenal, es decir, esta tienda que es nuestro cuerpo, en los cielos tenemos de Dios un edificio, una casa eterna, la cual no fue hecha por manos humanas.
(2 Corintios 5:1)
El Señor ha afirmado su trono en los cielos,
y su reino domina sobre todos los reinos.
(Salmo 103:19)
Así ha dicho el Señor: El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué clase de casa podrían edificarme? ¿Que lugar pueden ofrecerme para mi reposo?
(Isaías 66:1)
Entonces oí que desde el trono salía una potente voz, la cual decía: Aquí está el tabernáculo de Dios con los hombres. Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir.
(Apocalipsis 21:3-4)
Por el contrario, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. Pues donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
(Mateo 6:20-21)
Nuestro Dios está en los cielos,
y él hace todo lo que quiere hacer.
(Salmo 115:3)
¿En verdad, Señor, quieres vivir en este mundo? Si ni la gran expansión de los cielos es capaz de contenerte, ¡mucho menos este templo que he edificado en tu honor!
(1 Reyes 8:27)
El Señor está en su santo templo;
el Señor tiene su trono en el cielo;
él ve y examina a todos los seres humanos.
(Salmo 11:4)
Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.
(Hebreos 9:24)
Les digo que así también será en el cielo: habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
(Lucas 15:7)
Bienaventurados serán ustedes cuando por mi causa los insulten y persigan, y mientan y digan contra ustedes toda clase de mal. Gócense y alégrense, porque en los cielos ya tienen ustedes un gran galardón; pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.
(Mateo 5:11-12)
En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles de los cielos. Sólo mi Padre lo sabe.
(Mateo 24:36)
Porque cuando los muertos resuciten, no se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en los cielos.
(Marcos 12:25)
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
(Mateo 28:18)
El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que salga vencedor, le permitiré comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.
(Apocalipsis 2:7)
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