Palabra del Día
Una palabra bíblica diaria para que recibas inspiración y para que tu día sea mejor.
Palabra de Hoy
Purifiquémonos de todo lo que nos contamina
El Nuevo Testamento nos da muchas promesas. Estas promesas se refieren a la ayuda de Dios en medio de nuestras tribulaciones, el regreso de Cristo, la vida eterna y la glorificación.
Como tenemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación.
(2 Corintios 7:1)
En ese versículo se nos exhorta a buscar la santificación en nuestras vidas, tomando como base las promesas que Dios nos ha hecho. A través del sacrificio de Jesucristo, se nos promete redención y vida eterna. Por lo tanto, como amados de Dios, nuestro deseo debe ser vivir una vida purificada tanto en cuerpo como en espíritu.
Purificar el cuerpo implica cuidar nuestro templo físico, nuestro cuerpo, alejándonos de prácticas y hábitos nocivos que no honran a Dios. Pero la purificación del espíritu es igualmente importante. Debemos alejarnos de actitudes, pensamientos y sentimientos que empañan nuestra comunión con Dios y con los demás.
La búsqueda de la santidad no es una tarea fácil, pero es un camino de crecimiento continuo. El versículo nos recuerda que debemos perfeccionar esta santidad con reverencia y temor de Dios. Este asombro no es miedo, sino una profunda reverencia y respeto por nuestro Creador.
Entonces, mientras seguimos nuestro camino de fe, mantengamos nuestros corazones y mentes enfocados en la promesa de Dios y esforcémonos por vivir una vida purificada y santificada, honrando a Dios en todas las áreas de nuestra vida.
Palabra de Ayer
¡Yo escojo a Jesús!
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
(Juan 14:6)
En un mundo lleno de caminos y opciones, hay una decisión que lo cambia todo: elegir a Jesús. Él no es solo una opción entre muchas, sino el único camino que conduce a la vida verdadera, la paz duradera y la salvación eterna.
Escoger a Jesús es más que aceptar una religión o adoptar valores morales. Es entregar nuestro corazón al único que dio su vida por nosotros. Es reconocer que, por nuestra cuenta, no podemos alcanzar la justicia, pero por la gracia de Dios, somos perdonados, liberados y restaurados.
Cuando decimos: "¡Elijo a Jesús!", declaramos que él es suficiente. Ningún placer mundano, ningún logro, ninguna aprobación humana puede reemplazar su presencia en nuestras vidas.
Elegir a Jesús es caminar por fe, incluso cuando todo a nuestro alrededor nos dice lo contrario. Es confiar en sus promesas, incluso entre lágrimas. Es aferrarse firmemente a la mano de aquel que venció la muerte para que tuviéramos vida.
Jesús nos llama cada día: "Sígueme". No nos promete tranquilidad total, pero nos garantiza su presencia constante. Y esto es lo que nos fortalece: saber que no caminamos solos. Su cruz nos recuerda el amor inmensurable que nos alcanzó. Su resurrección nos garantiza la victoria sobre el pecado y la muerte.
En medio de presiones, tentaciones e incertidumbres, reafirmo mi decisión: ¡Elijo a Jesús! Elijo el amor que nunca falla, la verdad que libera, la luz que disipa las tinieblas. Incluso cuando tropiezo, él me levanta. Cuando fallo, su gracia me alcanza.
Que cada día le des un nuevo "sí" a su llamado y que él sea el centro de cada decisión. Porque al final, lo que más importa es estar con él.
Yo escojo a Jesús. ¿Y tú?
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Palabra de Anteayer
El gozo de ser libre en Cristo
Cuando el Señor hizo volver a Sión a los cautivos,
nos parecía estar soñando.
2 Entonces nuestra boca se llenó de risas;
nuestra lengua, de canciones jubilosas.
Hasta los otros pueblos decían:
«El Señor ha hecho grandes cosas por ellos».
3 Sí, el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros
y eso nos llena de alegría.
(Salmo 126:1-3)
¿Alguna vez te has quedado encerrado en un sitio sin poder salir? ¿Recuerdas cómo te sentiste cuando, por fin, alguien te liberó de ese encierro? Abrazaste a tu rescatador y casi comenzaste a saltar de alegría al poder recuperar tu libertad, ¿no?
Los primeros tres versículos del Salmo 126 hablan sobre el momento en el que Dios liberó a su pueblo del cautiverio. ¡Por fin eran libres! ¡Cuánto gozo! Reían sin parar, cantaban canciones animadas, hasta los que los veían de lejos reconocían que Dios había hecho algo grande por su pueblo. ¡Todos estaban llenos de alegría!
Hoy te invito a recordar la libertad que tienes en Cristo y a celebrarla con gozo, con cánticos y con risas. Gracias a la obra de Jesús en tu vida, vives en su luz y has recibido el perdón de tus pecados. Ya no vives con la carga de la culpa ni bajo la amenaza de muerte eterna. ¡En Cristo eres libre y ya eres partícipe de la vida eterna!
Dios quiere hablarte cada día
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Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención, el perdón de pecados.
(Colosenses 1:13-14)
Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.
(Juan 8:36)
¡Celebra con gozo tu libertad en Cristo!