El libre albedrío en la Biblia


Equipo de Bibliaon
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El libre albedrío es la capacidad que Dios dio a los seres humanos de escoger. Dios no nos creó como robots programados para hacer únicamente lo que él dice. Él nos permite pensar, evaluar y elegir lo que deseamos hacer. Por supuesto, esa libertad viene con la salvedad de que cada elección tendrá consecuencias positivas o negativas.

El deseo de Dios es que todos sean salvos, pero él no impone ese deseo a nadie. Cada uno debe elegir si se rinde ante Dios o no, y su destino final dependerá de esa decisión. La Biblia ofrece varios ejemplos de personas que ejercieron su libertad de elección y afrontaron las consecuencias de sus decisiones.

Un ejemplo es Adán y Eva, quienes decidieron desobedecer a Dios comiendo del fruto prohibido, lo que resultó en su expulsión del Jardín del Edén.

Otro ejemplo es Abraham, quien optó por obedecer el mandato de Dios y sacrificar a su único hijo, demostrando fe y confianza en el Señor, y fue recompensado con la provisión de un cordero para el sacrificio en lugar de su hijo, Isaac.

La Biblia también da el ejemplo de Jonás, quien intentó huir del llamado de Dios a predicar en Nínive. Su decisión de desobedecer le trajo malas consecuencias, como ser tragado por un gran pez, hasta que decidió obedecer y cumplir con su misión.

Incluso Jesús demostró el ejercicio del libre albedrío cuando, a pesar del sufrimiento que enfrentaría, eligió obedecer la voluntad del Padre y entregarse en la cruz. Estos ejemplos muestran que el libre albedrío está constantemente presente en la Biblia, mostrando que cada decisión tiene consecuencias, ya sean positivas o negativas.

¿Por qué Dios nos dio libre albedrío y nos permite escoger?

Dios nos dio libre albedrío porque desea que lo amemos y sirvamos voluntariamente. Tal como a nosotros nos gusta que nos escojan y nos busquen porque nos aprecian de corazón, de la misma manera Dios desea que nuestro amor por él sea voluntario y surja de lo más profundo de nuestro ser. Siendo Dios, él podría obligarnos a amarlo, pero no lo hace.

Ahora bien, sabemos que Dios es soberano y que todo lo que sucede, pasa porque él lo permite. Nuestro destino está en las manos de Dios porque él sabe lo que sucederá, aun cuando nos permite escoger. Nuestra elección no anula su soberanía.

Son varios los pasajes bíblicos en los que vemos que Dios nos da libertad para elegir. Por ejemplo, en Deuteronomio 7 se habla sobre los peligros de la idolatría y las bendiciones de la obediencia a Dios y la vida en santidad. El pueblo debía elegir y según su elección, recibiría bendición o castigo.

Lo mismo vemos en Romanos 8. Quienes dejan que su carne o los deseos mundanos reinen, viven en enemistad con Dios y no agradan a Dios. Pero los que son del Espíritu, los que han rendido su vida a Dios, ellos gozan de vida y paz, pues son hijos de Dios y son guiados por su Espíritu Santo.

Otro ejemplo claro del libre albedrío que Dios nos concede está en Deuteronomio 28. En ese capítulo, Dios dice claramente cuáles serán las consecuencias de la obediencia y de la desobediencia para su pueblo. Ellos podían escoger libremente, pero debían saber que fuera cual fuera la elección, traería consecuencias.

Escoger obedecer a Dios, seguirle y amarle, resulta en bendiciones. Darle la espalda, desobedecerle e ignorarle, resulta en maldiciones. Pero la elección es personal. Cada uno debe escoger a quién servirá (Josué 24:14-15).

Versículos sobre el libre albedrío

A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar.
(Deuteronomio 30:19-20)

Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
(Génesis 2:15-17)

El corazón del hombre planea su camino;
Mas Jehová endereza sus pasos.
(Proverbios 16:9)

Porque Dios «pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras».Él dará vida eterna a los que, perseverando en las buenas obras, buscan gloria, honor e inmortalidad. Pero los que por egoísmo rechazan la verdad para aferrarse a la maldad recibirán ira y enojo de Dios. Habrá sufrimiento y angustia para todos los que hacen el mal, los judíos primeramente y también los que no son judíos; pero gloria, honor y paz para todos los que hacen el bien, los judíos primeramente y también los que no son judíos. Porque con Dios no hay favoritismos.
(Romanos 2:6-11)

Mas ellos y nuestros padres fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos. No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste.
(Nehemías 9:16-17)

Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.
(Josué 24:15)

Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no le atrae; y yo le resucitaré en el último día.
(Juan 6:44)

No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.
(Juan 15:16)

que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
(Romanos 10:9)

Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
(Romanos 6:11-14)

que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.
(2 Timoteo 2:25-26)

Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.
(1 Corintios 6:12)

Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.
(1 Corintios 10:23)

Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
(Gálatas 5:1)

Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.
(Gálatas 5:13)

Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.
El que sacrifica buey es como si matase a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollase un perro; el que hace ofrenda, como si ofreciese sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo. Y porque escogieron sus propios caminos, y su alma amó sus abominaciones, también yo escogeré para ellos escarnios, y traeré sobre ellos lo que temieron; porque llamé, y nadie respondió; hablé, y no oyeron, sino que hicieron lo malo delante de mis ojos, y escogieron lo que me desagrada.
(Isaías 66:2-4)

Escogí el camino de la verdad;
He puesto tus juicios delante de mí.
Me he apegado a tus testimonios;
Oh Jehová, no me avergüences.
(Salmos 119:30-31)

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