Cuando llega la aflicción, podemos estar seguros de que Dios nos ayuda y nos sostiene. Él no nos deja solos en la aflicción, podemos clamar a él pidiendo su ayuda, su paz y consuelo. Él, como Dios amoroso que es, escucha nuestro clamor y nos responde, trayendo liberación a los que confían en su poder. Él es nuestra seguridad en la aflicción.
En mi angustia invoqué al SEÑOR
y clamé a mi Dios.
Él oyó mi voz desde su templo,
y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.
(Salmo 18:6)
Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día. Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable.
(2 Corintios 4:16-17)
Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.
(Juan 16:33)
Vuelve a mí tu rostro y tenme compasión,
pues me encuentro solo y afligido.
Crecen las angustias de mi corazón;
líbrame de mis aflicciones.
Fíjate en mi aflicción y en mis penurias
y borra todos mis pecados.
¡Mira cómo se han multiplicado mis enemigos,
y cuán violento es el odio que me tienen!
Protege mi vida, rescátame;
no permitas que sea avergonzado,
porque en ti busco refugio.
Sean mi protección la integridad y la rectitud,
porque en ti he puesto mi esperanza.
¡Libra, oh Dios, a Israel
de todas sus angustias!
(Salmo 25:16-22)
Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
(Romanos 8:28)
En su angustia clamaron al Señor
y él los sacó de sus aflicciones.
(Salmo 107:28)
Me alegro y me regocijo en tu amor,
porque tú has visto mi aflicción
y conoces las angustias de mi alma.
No me entregaste al enemigo,
sino que me pusiste en lugar espacioso.
(Salmo 31:7-8)
Señor, en la angustia te buscaron;
apenas lograban susurrar una oración
cuando tú los corregías.
(Isaías 26:16)
Y a mí, que estoy pobre y adolorido,
que me proteja, Dios mío, tu salvación.
(Salmo 69:29)
Los lazos de la muerte me enredaron;
me sorprendió la angustia del sepulcro
y caí en la ansiedad y la aflicción.
Entonces clamé al Señor:
«¡Te ruego, Señor, que me salves la vida!».El Señor es misericordioso y justo;
nuestro Dios es compasivo.
(Salmo 116:3-5)
Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, ya no llorarás más. ¡El Dios de piedad se apiadará de ti cuando clames pidiendo ayuda! Tan pronto como te oiga, te responderá. Aunque el Señor te dé pan de adversidad y agua de aflicción, tus maestros no se esconderán más; con tus propios ojos los verás.
(Isaías 30:19-20)
¡Alaben al Señor los que le temen!
¡Hónrenlo, descendientes de Jacob!
¡Venérenlo, descendientes de Israel!
Porque él no desprecia ni tiene en poco
el sufrimiento del pobre;
no esconde de él su rostro,
sino que lo escucha cuando a él clama.
(Salmo 22:23-24)
Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce perseverancia.
(Santiago 1:2-3)
Porque es digno de elogio que, por causa de la conciencia ante Dios, se soporten las aflicciones, aun sufriendo injustamente. Pero ¿cómo pueden ustedes atribuirse mérito alguno si soportan que los maltraten por persistir en hacer el mal? En cambio, si sufren por hacer el bien, eso merece elogio delante de Dios.
(1 Pedro 2:19-20)
Y no solo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza.
(Romanos 5:3-4)
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
(Filipenses 4:13)
pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Por lo tanto, gustosamente presumiré más bien de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.
(2 Corintios 12:9)
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