En la vida del cristiano, en su relación con Dios, el ayuno y la oración son dos prácticas esenciales. Cuando oramos, hablamos con Dios y fortalecemos nuestra relación con él. El ayuno (dejar de comer o beber por cierto tiempo), nos da la oportunidad de buscar la presencia de Dios y permitir que él nos transforme y fortalezca. Oremos y ayunemos para crecer en la fe.
Cuando ustedes ayunen, no se hagan los tristes, como los hipócritas, que descuidan su apariencia para mostrar a los hombres que ayunan. De cierto les digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lávate la cara, de modo que no muestres a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará.
(Mateo 6:16-18)
Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.
(Mateo 6:6-7)
Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.
(Marcos 9:29)
Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.
(Daniel 9:3)
Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento.
(Joel 2:12)
Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.
(Hechos 14:23)
Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno.
(Mateo 17:20-21)
Ministrando estos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.
(Hechos 13:2)
Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
(Hechos 13:3)
Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca.
(Ester 4:16)
Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.
(Nehemías 1:4)
y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
(Lucas 2:37)
Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová.
(Joel 1:14)
Pero yo, cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio;
Afligí con ayuno mi alma,
Y mi oración se volvía a mi seno.
(Salmo 35:13)
No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas.
(Daniel 10:3)
Entonces David rogó a Dios por el niño; y ayunó David, y entró, y pasó la noche acostado en tierra.
(2 Samuel 12:16)
Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea.
(Joel 2:15)
El ayuno, ¿es un mandamiento?
Si bien la oración es obligatoria, el ayuno es opcional para el cristiano. Para recibir la salvación, cualquier persona tiene que orar, es decir, hablar con Dios, reconociendo su pecado y recibiendo el sacrificio de Jesús en la cruz.
No necesitas ayunar para ser salvo ni para recibir bendiciones de Dios. Sin embargo, vemos en la Biblia que el ayuno está asociado con una dedicación espiritual especial en la vida de quien ayuna. Algunas personas no pueden ayunar por razones médicas, pero para aquellos que pueden, sería bueno reservar un tiempo de ayuno para buscar el rostro de Dios.
El ayuno no cambia a Dios (porque Dios es inmutable, siempre bueno, fiel, justo y amoroso), pero cambia a la persona que ayuna. Si podemos, es bueno ayunar, pues nos bendice espiritualmente acercándonos a Dios.
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