En Mateo 5:13-16, Jesús nos llama a ser la «sal de la tierra» y la «luz del mundo». La sal conserva y da sabor, y la luz ilumina y guía. Esto significa que los seguidores de Cristo tienen la tarea de influir positivamente en el mundo viviendo de una manera que refleje el amor y la verdad de Dios.
La sal representa nuestra capacidad de prevenir la corrupción social, viviendo valores que preservan la bondad y dan sabor a la vida. Sin embargo, si la sal pierde sus propiedades, se vuelve inútil. Esto nos enseña que debemos ser fieles al propósito de Dios.
La luz simboliza nuestras acciones y palabras, que deben reflejar la presencia de Dios en el mundo. Como una ciudad en la cima de una colina, debemos ser visibles, inspirando a otros a conocer a Dios. De esta manera, glorificamos al Padre con nuestras buenas obras. ¡Vivir como sal y luz es una influencia transformadora!
Ser sal que da sabor al mundo
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
(Mateo 5:13)
En la antigüedad, la sal era muy valiosa. Se usaba para conservar los alimentos y dar sabor a las comidas. Asimismo, los cristianos somos llamados a preservar los valores de Dios en el mundo, combatiendo la corrupción moral y espiritual, viviendo y proclamando el evangelio.
Nuestras vidas deben dar sabor, es decir, brindar alegría, esperanza y significado a quienes nos rodean. Cuando Jesús dice que la sal puede perder su sabor, nos advierte del peligro de conformarnos al mundo:
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
(Romanos 12:2)
Si nos alejamos de las enseñanzas de Cristo y dejamos de comportarnos como sus discípulos, nuestra influencia espiritual será ineficaz.
Además de eso, Colosenses 4:6 nos anima a sazonar nuestras palabras con sabiduría y gracia, como si fueran sal, para bendecir a otros y acercarlos a Cristo.
Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.
(Colosenses 4:6)
Ser la sal de la tierra significa ser una influencia positiva y transformadora, mostrando el amor y la verdad de Dios en nuestras acciones diarias.
Siendo luz en el mundo: alumbrando para la gloria de Dios
Ser “la luz del mundo” describe la misión de los cristianos de iluminar el mundo con la verdad y el amor de Dios. En Mateo 5:14-16, Jesús afirma:
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
(Mateo 5:14-16)
La luz es esencial para disipar la oscuridad. En la Biblia, la oscuridad suele simbolizar el pecado, la ignorancia y la separación de Dios. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a reflejar la luz de Dios en nuestras acciones, palabras y carácter, mostrando al mundo la bondad, la justicia y la esperanza que provienen del Señor.
Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
(Juan 8:12)
Jesús es la luz verdadera, y nuestra luz proviene de seguirlo y vivir según sus enseñanzas. Ser la luz del mundo significa ser un testigo vivo, ayudando a las personas a encontrar el camino hacia Dios. Así como una ciudad en la cima de una colina es visible desde lejos, nuestras vidas deben ser un ejemplo que inspire a otros a glorificar a Dios.
Para ser luz, debemos hacer buenas obras y compartir el Evangelio con humildad y amor. No podemos ocultar esta luz, sino vivirla abiertamente, confiados en que Dios usará nuestro testimonio para atraer a otros a su reino.
Ser luz del mundo es guiar e inspirar, iluminando el camino hacia Jesús.
Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.
(Mateo 5:16, RVA)
Cómo ser sal de la tierra y luz del mundo día tras día
Jesús nos llama a ser “sal de la tierra” y “luz del mundo” en Mateo 5:13-16, enfatizando nuestra misión de influir positivamente en el mundo, reflejando el carácter de Dios. Pero, ¿cómo podemos cumplir con este llamado?
Ser sal de la tierra implica impactar el entorno que nos rodea con acciones que promuevan la bondad y la justicia. Así como la sal conserva y da sabor a los alimentos, los hijos de Dios somos llamados a defender valores que reflejen el reino de Dios y den más sentido a la vida que nos rodea. Esto incluye practicar la honestidad, ser pacificadores y actuar con bondad en toda circunstancia.
Ser luz del mundo requiere que nuestras vidas sean un ejemplo visible del amor y la verdad de Dios. La luz no solo expone la oscuridad, sino que también guía y brinda seguridad. Así, reflejamos la luz de Jesús cuando hacemos buenas obras, cuidamos de los demás y damos testimonio tanto con palabras como con acciones que apuntan a Dios.
Para ser sal de la tierra y luz del mundo:
- Vive con integridad: mantén tus palabras y acciones alineadas con los valores cristianos.
- Muestra amor: muestra compasión y bondad en todas tus interacciones.
- Practica las buenas obras: sirve a los demás y ayuda a los necesitados.
- Comparte la Palabra de Dios: habla de Cristo con respeto y claridad.
- Sé resiliente: sé constante en tu fe, incluso ante las dificultades.
Al vivir así, cumplimos el llamado de ser sal y luz, trayendo transformación y esperanza al mundo.
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