Hay días en los que nos parece que estamos solos, pues el silencio es total, y le decimos al Señor: «háblame». De hecho, como hijos, necesitamos escuchar la voz de nuestro Padre celestial, dirigiéndonos, enseñándonos, tranquilizándonos y animándonos.
Dios todavía quiere hablar a su pueblo hoy. En el pasado, él usó los profetas y la ley, pero ahora su propio Hijo Jesucristo ha venido para hablar a su pueblo e instruirlo en sus caminos (Hebreos 1:1-2).
Si necesitas escuchar la voz de Dios, presta atención a su Palabra, que es la fuente confiable y suficiente para llenar tu corazón de paz. Lee, medita y ora: Dios llenará tu corazón con sus verdades.
1. «No temas, yo estoy contigo»
Dios no es indiferente a lo que has vivido. Él te dice que no temas y que confíes en él por encima de todo. Cree a pesar de las circunstancias. El Señor mismo te fortalece y te sostiene día tras día.
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.
(Isaías 41:10)
Pero aun los cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados. No teman; más valen ustedes que muchos pajaritos.
(Lucas 12:7)
No tengas temor de ellos, porque yo estaré contigo para librarte, dice el SEÑOR.
(Jeremías 1:8)
2. «Espera con confianza»
Dios nos responde conforme a su voluntad, que es buena, perfecta y agradable (Romanos 12:2). A veces la respuesta del Señor es favorable, a veces no, y a veces simplemente dice: «Espera un poco». Esto es un llamado a descansar y confiar en el tiempo de Dios.
Pon tu esperanza en el Señor; cobra ánimo y ármate de valor,
¡pon tu esperanza en el Señor!
(Salmo 27:14)
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
(Eclesiastés 3:1)
Los ojos de todos tienen su esperanza puesta en ti
y tú les das su comida a su debido tiempo.
(Salmo 145:15)
3. «Ten valor»
Puede que estés desanimado por las decepciones, los traumas y los miedos de la vida. Pero recuerda: hoy y siempre, tienes razones para ser valiente. Confiar en la fuerza de Dios te sostendrá y te ayudará a vencer tus miedos. Ante los nuevos desafíos, el Señor te animará y te dará ánimo. Nunca lo olvides: el Señor del universo está contigo, sé valiente.
Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.
(Josué 1:7)
Esfuércense, todos ustedes los que
esperan en el SEÑOR,
y tome aliento su corazón.
(Salmo 31:24)
¡Esfuércense y sean valientes! No tengan temor ni se aterroricen de ellos, porque el SEÑOR tu Dios va contigo. Él no te abandonará ni te desamparará.
(Deuteronomio 31:6)
4. «Mantente alerta y firme en la fe»
«Mantente firme, hijo mío, ánimo». Podemos imaginar a Dios diciéndonos esto muchas veces. El enemigo siempre está listo para atacar, como un león feroz, queriendo destruirnos, tentándonos en nuestros puntos más débiles. Pero el Señor nos advierte: ¡Velen y oren, estén alerta, sean fuertes y valientes ante cualquier trampa!
Vigilen; estén firmes en la fe; sean valientes y esfuércense.
(1 Corintios 16:13)
Velen y oren, para que no entren en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto pero la carne es débil.
(Marcos 14:38)
Sean sobrios y velen. Su adversario, el diablo, como león rugiente anda alrededor buscando a quién devorar.
(1 Pedro 5:8)
5. «Yo te fortalezco»
Cuando creas que ya no puedes más, que ya hiciste todo lo posible, recuerda: Dios es la fuerza que mueve tu vida. Él te fortalece y renueva tu vigor, dándote un nuevo aliento cada mañana. ¡No te rindas!
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
(Efesios 6:10)
Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.
Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
(Salmo 18:1-2)
Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
(Isaías 40:29)
Mi cuerpo y mi corazón desfallecen; pero la roca de mi corazón y mi porción es Dios, para siempre.
(Salmo 73:26)
6. «Aléjate del mal»
El mal se manifiesta de muchas maneras. Pero Dios nos guía a abandonar toda forma de maldad. A veces es externa, como el enemigo, personas injustas o costumbres que desagradan a Dios. Pero casi siempre el mal también proviene de dentro (resentimiento, envidia, falta de perdón). Aléjate de todo lo que te separa del Señor.
Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz con los que de corazón puro invocan al Señor.
(2 Timoteo 2:22)
Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
(1 Timoteo 6:11)
Pero al impío Dios le dijo: “¿Por qué tienes tú que recitar mis leyes y mencionar mi pacto con tu boca? Tú detestas la instrucción y echas a tus espaldas mis palabras. Si ves a un ladrón, te complaces con él, y tu parte está con los adúlteros. Con maldad das rienda suelta a tu boca, y tu lengua urde engaño. Tomas asiento y hablas contra tu hermano; contra el hijo de tu madre arrojas infamia. Estas cosas has hecho, y yo he callado. Ciertamente pensabas que yo sería como tú, pero yo te reprenderé y las pondré ante tus ojos.
Entiendan pues esto los que se olvidan de Dios; no sea que yo los arrebate sin que nadie los libre. El que ofrece sacrificio de acción de gracias me glorificará, y al que ordena su camino le mostraré la salvación de Dios”.
(Salmo 50:16-23)
7. «Clama a mí»
Dios habla, pero también quiere escucharte. Por eso nos dice: llama, clama, ora, simplemente háblame, porque estoy atento al corazón sincero. Él responde a nuestro clamor y no nos deja sin respuesta.
Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.
(Jeremías 33:3)
Invócame en el día de la angustia;
yo te libraré, y tú me glorificarás.
(Salmo 50:15)
bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
(Lucas 6:28)
y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
(Lucas 22:46)
La mejor manera de hablar con Dios es mediante la oración. Por medio de Jesucristo, hemos recibido este canal directo con el Padre y podemos hablarle directamente dondequiera que estemos.
8. «Ven a mí de todo corazón»
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
(Mateo 11:28)
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.
(Santiago 4:8)
Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará.
(Oseas 6:1)
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
(Hebreos 11:6)
9. El silencio de Dios
A veces parece que Dios no nos responde. Pero eso no significa que no le importes. Gran parte de esta inseguridad surge de nuestra falta de intimidad con Dios. Dios es soberano y puede que quiera guardar silencio en determinadas situaciones.
Pero lo cierto es que él sigue estando a nuestro lado, aunque en silencio y observando nuestro comportamiento. En esos momentos, lo importante es practicar lo que hemos oído del Señor y poner en práctica su Palabra. Eso es lo que él espera de nosotros.
El silencio de Dios puede tener muchas razones, pero casi siempre pone a prueba nuestra fe. En esos momentos en los que no logramos recibir la respuesta de Dios de inmediato, debemos recordar que Dios sigue en control de todo y sigue amándonos. Por eso, tarde o temprano, recibiremos su respuesta de amor. Solo necesitamos esperar con confianza y fe.
10. «Todo obra para bien»
Parece extraño que las experiencias tristes y dolorosas puedan traer algo bueno, ¿verdad? Pero eso es lo que aprendemos de la Palabra de Dios. Si amamos a Dios y somos llamados conforme a su voluntad, todo lo que nos sucede es para nuestro bien.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
(Romanos 8:28)
En esto se alegran, a pesar de que por ahora, si es necesario, estén afligidos momentáneamente por diversas pruebas, para que la prueba de su fe —más preciosa que el oro que perece, aunque sea probado con fuego— sea hallada digna de alabanza, gloria y honra en la revelación de Jesucristo.
(1 Pedro 1:6-7)
Habla, Señor, que tu siervo escucha
Ahora, después de leer y meditar sobre estos mensajes del Señor, detente un momento a reflexionar. ¿Estás preparado para escuchar la voz de Dios? Si él te habla, ¿lo reconoces?
Si has leído esto en medio de tus muchas tareas o del ajetreo de tu día, te invitamos a leer de nuevo y meditar, tomando un tiempo para estar en silencio. Pasa un tiempo a solas con Dios.
El Señor habla y ha hablado, pero esto es algo tan excelente que debería ser mucho más importante que las distracciones y el entretenimiento de nuestro día. Siéntate, calma tu corazón y prepárate para escuchar la dulce voz de Dios.
La Biblia nos dice que la voz de Dios es:
- Suave y delicada: «Después del terremoto hubo un fuego, pero el SEÑOR no estaba en el fuego. Después del fuego hubo un sonido apacible y delicado.» (1 Reyes 19:12).
- Poderosa: «El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante». (Éxodo 19:19)
- Majestuosa - "y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria." (Ezequiel 43:2)
- Temida por los pecadores - "Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto." (Génesis 3:8)
- Nos llama a escuchar a Jesucristo - "Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.” (Mateo 17:5)
Escuchar la voz de Dios requiere aprendizaje, intimidad con él. Solo podemos reconocer la voz de quienes conocemos, por lo que debemos buscar conocer mejor a Dios.
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.
(Juan 10:27)
Toda oveja reconoce la voz de su pastor. De la misma forma, nosotros debemos afinar nuestros oídos para reconocer la voz del Señor. Ese crecimiento y madurez se dan solamente a través de la santificación.
Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
(Lucas 11:28)
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
(Romanos 10:17)
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
(Juan 16:33)
¿Te ha hablado Jesús al corazón? Cada vez que buscamos a Dios, adquirimos discernimiento para escuchar su voz e identificar sus señales. Todo lo que él nos ha transmitido es para darnos vida y paz. Sí, en Cristo encontrarás verdadera paz y una vida plena. En las aflicciones, él te dice: «¡Ten ánimo, yo he vencido al mundo! ¡Conmigo, tú también vencerás!»
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