La visión en Ezequiel capítulo 47 habla de un río que sale del templo. El río comienza pequeño y crece hasta volverse profundo. Ese río simboliza el poder de Dios para transformar todo. El Señor trae vida donde había muerte, como al cambiar el Mar Muerto en agua dulce y llena de vida. En las orillas crecieron árboles frutales, que representan sanidad y sustento. La visión que tuvo Ezequiel muestra la abundancia y la restauración que provienen de Dios.
La visión de las aguas profundas que tuvo el profeta Ezequiel es una representación con significado espiritual. En la visión, Ezequiel ve agua saliendo del templo, comenzando como un pequeño hilo y creciendo hasta convertirse en un gran río que nadie puede cruzar. El río pasa por el desierto y llega al Mar Muerto, transformando sus aguas saladas en agua dulce y llena de vida. En sus orillas crecen árboles frutales que nunca se marchitan y producen frutos todo el año, además de hojas que sirven como medicina.
Esta visión simboliza el poder transformador de Dios. El templo, de donde comienza a fluir el agua, representa la presencia de Dios entre su pueblo. El río, que crece a medida que fluye, muestra cómo la bendición de Dios es abundante y crece sin límites. Trae vida donde antes había muerte, mostrando que Dios es capaz de transformar situaciones difíciles y restaurar lo que está perdido.
Los árboles frutales representan la renovación espiritual y la provisión de Dios. Sus frutos y hojas muestran que, con Dios, siempre hay sanidad, alimento y sustento para el alma.
Esta visión también apunta al futuro, al reino de Dios, donde habrá plena restauración y vida para todos los que creen. Nos recuerda que Dios siempre está actuando para traer renovación y esperanza, incluso en las situaciones más secas y sin vida.
El río de la visión de Ezequiel nos enseña que Dios es la fuente de vida, sanidad y restauración para el mundo y para cada persona. Su bendición crece y alcanza todos los lugares, transformando todo lo que toca.
La visión de las aguas profundas en Ezequiel 47
En la visión de las aguas profundas, Ezequiel fue llevado por un ángel a observar un río que fluye del templo. Primero, el agua es poco profunda, llegando hasta los tobillos. Luego, aumenta hasta las rodillas y, más adelante, hasta los lomos. Por último, el río se vuelve tan profundo que solo es posible cruzarlo nadando (Ezequiel 47:3-5).
Ese río representa el poder de Dios, que crece a medida que fluye, trayendo vida y restauración. Simboliza cómo la presencia de Dios transforma todo lo que toca. El crecimiento de las aguas muestra que la bendición de Dios no tiene límites y se expande continuamente.
Las aguas profundas enseñan que cuanto más nos acercamos a Dios, más nos sumergimos en su presencia y poder. Es un viaje de fe: comenzamos con un pequeño contacto y, poco a poco, nos entregamos por completo, confiando en Dios para que nos guíe.
Además, el río transforma el desierto y el Mar Muerto en lugares llenos de vida, ilustrando el poder restaurador de Dios (Ezequiel 47:8-9). La visión nos invita a confiar en Dios, que es la fuente de vida, abundancia y sanidad para todos los que se acercan a él.
Lo que podemos aprender de la visión en Ezequiel 47
La visión en Ezequiel 47 nos enseña lecciones profundas sobre la presencia y el poder de Dios. El río que fluye del templo simboliza la vida y la renovación que provienen de Dios. Comienza como un pequeño hilo de agua, pero crece hasta convertirse en un río profundo y poderoso. Esto nos muestra que las bendiciones de Dios son progresivas y aumentan a medida que nos acercamos a él.
El río trae vida donde había muerte, como al transformar el Mar Muerto en aguas dulces y llenas de peces (Ezequiel 47:8-9). Esto enseña que Dios puede renovar lo que parece perdido o sin esperanza. Tiene poder para restaurar y transformar las áreas más secas y difíciles de nuestras vidas.
Otra enseñanza importante son los árboles que crecen a lo largo del río, cuyas hojas traen sanidad y frutos que nunca se acaban. Esto simboliza que Dios provee todo lo que necesitamos, tanto sanidad como sustento espiritual.
La visión nos invita a confiar más en Dios. Así como el río crece en profundidad, debemos sumergirnos más en nuestra relación con él, buscando su presencia y permitiendo que transforme nuestras vidas. Dios es la fuente de vida y restauración para todos.
Pasaje de Ezequiel 47:1-12: El río de sanidad que corre del templo
Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar. 2 Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho.
3 Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. 4 Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. 5 Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado. 6 Y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre?
Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río. 7 Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado. 8 Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. 9 Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río. 10 Y junto a él estarán los pescadores, y desde En-gadi hasta En-eglaim será su tendedero de redes; y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar Grande. 11 Sus pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para salinas. 12 Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina.
(Ezequiel 47:1-12)
¡Sumérgete en el río de Dios y recibe la sanidad y restauración que él te quiere dar!
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