Versículos para la Santa Cena


En el momento de la Santa Cena, cuando participamos del pan y el vino, estamos haciendo una declaración. ¡Proclamamos que Jesús murió por nosotros y que volverá! Aquí encontrarás textos bíblicos y palabras de exhortación que puedes usar para el momento de la Santa Cena.

También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
De la misma manera, tomó la copa después de cenar y dijo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes.
(Lucas 22:19-20)

Hoy tenemos el privilegio de participar de la Santa Cena. Hagámoslo con reverencia y gratitud, recordando el gran sacrificio que Jesús hizo en la cruz por amor a cada uno de nosotros. Recordemos lo que significan estos símbolos y tomemos el pan y el vino en memoria de Jesús, nuestro Salvador.

Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió y lo dio a sus discípulos, y dijo: Tomen; coman. Esto es mi cuerpo.
Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio diciendo: Beban de ella todos; porque esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada para el perdón de pecados para muchos. Pero les digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo con ustedes en el reino de mi Padre.
(Mateo 26:26-29)

Estamos hoy aquí, como pueblo de Dios, participando de esta cena en memoria de Jesús. No olvidemos el alto precio pagado por él en la cruz, el derramamiento de su sangre y todo el dolor que sufrió por amor a cada uno de nosotros. Alegrémonos también porque un día, en la eternidad, beberemos el vino junto con nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea la gloria hoy y siempre.

Porque yo recibí del Señor la enseñanza que también les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: “Tomen, coman. Esto es mi cuerpo que por ustedes es partido. Hagan esto en memoria de mí”.
Asimismo, tomó también la copa después de haber cenado, y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre. Hagan esto todas las veces que la beban en memoria de mí”. Todas las veces que coman este pan y beban esta copa, anuncian la muerte del Señor, hasta que él venga.
(1 Corintios 11:23-26)

Hoy recordamos que el cuerpo de Jesús fue maltratado y su sangre derramada en la cruz para que todos puedan tener la oportunidad de ser salvos. Participemos de la Santa Cena con corazones llenos de gratitud por lo que Jesús hizo por nosotros. Vivamos con la esperanza de que Jesús volverá. Él vendrá a buscarnos para que estemos con él por toda la eternidad.

Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Este pan es mi carne y lo daré para que el mundo viva.
(Juan 6:51)

Les aseguro —afirmó Jesús— que, si no comen la carne del Hijo del hombre ni beben su sangre, no tienen realmente vida. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí vivirá por mí.
(Juan 6:53-57)

En este momento en el que participamos de la Cena del Señor, afirmamos nuestra decisión de seguir a Cristo y permanecer en él por siempre. Mientras comemos el pan y bebemos el vino, proclamamos nuestro deseo de vivir por Cristo y ser fieles a él por toda la eternidad.

Por lo tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de manera indigna será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor. Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo come y bebe su propia condena. Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos, incluso varios han muerto.
(1 Corintios 11:27-30)

El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan. Como iba a salir al día siguiente, Pablo estuvo hablando a los creyentes y prolongó su discurso hasta la medianoche.
(Hechos 20:7)

No pueden beber de la copa del Señor y también de la copa de los demonios; no pueden participar de la mesa del Señor y también de la mesa de los demonios.
(1 Corintios 10:21)

Te daré gracias
porque me has respondido
y has sido mi salvación.
La piedra que desecharon los edificadores
ha venido a ser la principal del ángulo.

¡Oh SEÑOR, sálvanos, por favor! ¡Oh SEÑOR, haznos prosperar!
¡Bendito el que viene en el nombre del SEÑOR!
(Salmo 118:21-2 y 25-26)

Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas. Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración.
(Hechos 2:41-42)

Esa copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no significa que entramos en comunión con la sangre de Cristo? Ese pan que partimos, ¿no significa que entramos en comunión con el cuerpo de Cristo?
(1 Corintios 10:16)

Soy derramado como el agua; todos mis huesos se han desarticulado. Mi corazón está como cera
y se ha derretido en medio
de mis entrañas.
Mi vigor se ha secado como un tiesto,
y mi lengua se ha pegado a mi paladar. Me has puesto en el polvo de la muerte.
Los perros me han rodeado;
me ha cercado una pandilla
de malhechores,
y horadaron mis manos y mis pies.
Puedo contar todos mis huesos; ellos me miran y me observan.
Reparten entre sí mis vestidos,
y sobre mi ropa echan suertes.
Pero tú, oh SEÑOR, no te alejes. Fortaleza mía, apresúrate para ayudarme.
(Salmo 118:14-19)

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