Dios, en la persona de Jesucristo, vino al mundo al encuentro del ser humano. Mientras que muchas religiones predican que las personas deben ir al encuentro de la divinidad, el Dios de la Biblia actúa de manera diferente: es él quien viene al encuentro de su pueblo. Nuestro Dios soberano, en su gran misericordia, se acerca a nosotros, criaturas pequeñas y llenas de fallas. Así de grande es su amor por nosotros.
1. Dios vino a encontrarnos desde el principio
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.
(Génesis 3:8)
Desde Génesis vemos que el "encuentro con Dios" fue una costumbre que él mismo comenzó. Probablemente, todos los días, al ponerse el sol al final del día, Dios iba al encuentro de Adán y Eva.
El jardín del Edén era un lugar hermoso y emocionante. Posiblemente, el hombre compartía con Dios lo que había hecho en su día, las novedades de sus descubrimientos, creaciones, motivaciones, etc. También escuchaba las enseñanzas y consejos del Señor, como un Padre amoroso en un paseo familiar.
Pero con la caída, a causa de la desobediencia, el hombre fue separado de Dios. Los encuentros ya no eran constantes. El pecado ya se había instalado en el corazón del hombre.
2. Dios vino al encuentro de las familias de la tierra
En el capítulo 12 de Génesis, vemos que Dios eligió a un hombre y le hizo promesas. El objetivo de su plan era bendecir a todas las familias de la tierra.
Bendeciré a los que te bendigan y al que te maldiga, maldeciré; en ti serán benditas todas las familias de la tierra.
(Génesis 12:3)
A pesar de que la humanidad eligió seguir su propio camino, lejos de la presencia de Dios, él viene a nuestro encuentro por su bondad. Dios prometió esperanza para todas nuestras familias, comenzando con Abraham y sus descendientes.
3. Dios vino a liberar a su pueblo de la esclavitud
Ellos dijeron: "El Dios de los hebreos vino a nuestro encuentro..."
(Éxodo 5:3a)
Pasaron muchos años y los descendientes de Abraham fueron a Egipto. Allí vivieron durante 430 años como esclavos. Pero Dios vio su opresión y vino en su ayuda (Éxodo 3:7-9). Envió a Moisés y Aarón para hablar con el faraón de Egipto. Ellos insistieron en pedir la libertad del pueblo. Su mayor argumento era que Dios había venido al encuentro de su pueblo.
La cercanía de Dios trajo libertad al pueblo de Israel e impactó al Egipto incrédulo. El brazo fuerte del faraón, que mantenía al pueblo en esclavitud, no permaneció vigoroso para siempre. Él y todo Egipto tuvieron que doblegarse, siendo quebrados por el brazo del Dios Todopoderoso, el SEÑOR.
Las 10 plagas y el milagro en el Mar Rojo fueron señales de que la compañía de Dios hizo toda la diferencia entre los egipcios y los descendientes de Abraham. Dios probó que si él está en medio de su pueblo, ellos disfrutarán de liberación y paz. Así también sucede hoy en día: el Señor te libera y te libra del mal.
4. Dios ofrece la posibilidad del encuentro
Dios anduvo en medio de su pueblo. Como columna de fuego durante las noches frías, como nube durante los días calurosos en el desierto (Éxodo 13:22), él estuvo con ellos. La presencia de Dios, en el Tabernáculo de Reunión (Éxodo 33:7), también era una realidad accesible a los que deseaban encontrarse con él:
Y Moisés tomó el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó el Tabernáculo de Reunión. Y cualquiera que buscaba a Jehová, salía al tabernáculo de reunión que estaba fuera del campamento.
(Éxodo 33:7)
Posteriormente, a través de la ley y los profetas, Dios nos reveló innumerables posibilidades de acercamiento. De hecho, él nunca cerró la puerta a los piadosos. El Señor nunca se escondió de quien lo buscara de corazón:
...y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová.
(Jeremías 29:13-14a)
Lamentablemente, la decisión de muchos en la historia fue de rechazar a Dios, dando lugar al pecado en sus corazones. Así, siendo "señores" de sí mismos, se volvían cada vez más distantes del Señor. Por otro lado, varios hombres y mujeres fieles lo buscaron y fueron transformados por la relación de cercanía con Dios. Mira algunos ejemplos del Antiguo Testamento:
- Noé - hombre justo y bueno, que andaba con Dios
- Abraham - el padre de la fe, que peregrinaba en compañía del Señor
- Moisés - que hablaba con Dios como alguien habla a su amigo
- Josué - el siervo aprendiz y guerrero victorioso
- Ana - la estéril que llegó a ser madre
- Samuel - el niño y profeta que escuchó la voz de Dios
- Elías - el profeta que no murió
- Eliseo - el profeta que hizo innumerables milagros por el poder de Dios
- Rut - la extranjera que entró en la línea real
- David - el pequeño pastor y rey hallado como un hombre según el corazón de Dios
- Jeremías - el profeta de fe y lágrimas que mantenía su esperanza en Dios
- Sadrac, Mesac y Abed-nego - amigos que caminaron con Dios en el horno de fuego
- Isaías - el profeta evangelista que proclamó varias veces la venida de Cristo
5. El encuentro perfecto
A pesar de los muchos encuentros esporádicos, Dios deseaba habitar en medio de su pueblo continuamente. Este era el plan de Dios desde la eternidad: tener comunión constante con los que lo buscan. Por eso, él mismo vino al encuentro de la humanidad, en la persona de Jesucristo.
El nacimiento de Jesús
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
(Isaías 9:6)
El nacimiento de Jesús fue el suceso clave en la historia de la humanidad. El tiempo de la humanidad se dividió en antes y después de su primera venida al mundo. Jesús es el Padre de la eternidad, sin principio ni fin, que entró en nuestra historia en un tiempo determinado para hacer posible la comunión plena con Dios.
El Salvador de la humanidad es 100% Dios y 100% hombre. Incomprensible en su sencillez y amor, descendiendo a nuestro nivel, se hizo humano para hablar el mismo lenguaje de los hombres.
Jesús: Palabra encarnada
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
(Juan 1:14)
El Dios amigo y presente viene a nuestro encuentro a través de su Palabra. Jesús es el mensaje principal de paz y esperanza del cristianismo. Él trajo buenas noticias y el verdadero sentido para nuestras vidas. Él es la Palabra viva de Dios, que se proyectó al mundo trayendo gloria, significado y vida a los hombres de buena voluntad.
Dios con nosotros
He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.
(Mateo 1:23)
Jesucristo es el Dios fuerte que vino a "hacer su tabernáculo" con nosotros. Ya no en tiendas ni en templos hechos por manos humanas, el Señor vino en carne para convivir con su pueblo de forma real y sencilla. Nacido de una virgen, Jesús es el Dios presente. Es también el mayor regalo que el mundo podría recibir del Padre celestial.
El rechazo del Príncipe de Paz
Dios no fuerza la puerta de entrada. Él no nos obliga a encontrarnos con él. Con toda bondad y paciencia, Cristo aún se sometió a la posibilidad de ser rechazado. Muchos no aceptaron su invitación amorosa...
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
(Juan 1:11-13)
Como sabemos, muchos religiosos y personas dedicadas a la fe tuvieron la oportunidad de encontrarse con Cristo, pero no lo hicieron.
Aún hoy esta historia se repite. Muchos actúan y piensan ser hijos, pero son solo criaturas de Dios. Solamente aquellos que reciben verdaderamente a Cristo y a su Palabra, reciben también el poder de ser hijos del Dios Altísimo.
Jesús vendrá a nuestro encuentro otra vez
Jesús vino, una primera vez, para darnos vida a través de su muerte. Después de esa maravillosa obra de amor, entrega y rescate, Jesús volvió a la gloria. ¡Pero él no desistió de estar en nuestra compañía! Él fue para prepararnos lugar junto a él para que estemos con él por la eternidad. La voluntad del Dios eterno y trino es estar para siempre junto a sus amados.
Mientras tanto, aguardamos el cumplimiento de su promesa de que vendrá para llevarnos con él. Jesucristo vendrá otra vez aquí para buscarnos. Sin embargo, no nos dejó huérfanos en este tiempo:
Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
(Juan 14:16-18)
A través de su Espíritu Santo, Dios continúa presente con nosotros. Y permanecerá para siempre, hasta que Cristo vuelva. Dios sigue queriendo mantener su visitación y presencia con nosotros:
Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.
(1 Juan 5:20)
Ten un encuentro con Dios
Contrario a lo que muchos piensan, que son los hombres los que primero van al encuentro de Dios, en la Biblia vemos que la historia es diferente. Es el mismo Dios quien viene al encuentro de su pueblo. La iniciativa es siempre de él. Nos corresponde a nosotros responder humildemente a su invitación de gracia.
¿Y tú, aceptas encontrarte con Jesucristo hoy?
Lee los siguientes contenidos y ten un encuentro con Dios: