El Pentecostés tiene su origen en el Antiguo Testamento. Era una de las tres festividades judías principales, conocida también como la Fiesta de las Semanas o la Fiesta de la Cosecha. Tenía lugar cincuenta días después de la Pascua y celebraba el final de la cosecha de trigo, como una forma de dar gracias a Dios por las bendiciones recibidas. También era el momento en que los israelitas conmemoraban la entrega de la Ley en el Sinaí, lo que representaba la renovación de la alianza con Dios.
En el Nuevo Testamento, Pentecostés adquiere un significado aún más profundo. En Hechos 2, cincuenta días después de la resurrección de Jesús, el Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos, quienes se encontraban reunidos en Jerusalén. Este evento marca el nacimiento de la Iglesia y el cumplimiento de la promesa que Jesús les había hecho.
Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.
(Hechos 1:8)
Allí, personas de diferentes naciones escucharon a los discípulos hablar en sus propios idiomas, señal del alcance universal del Evangelio.
El Pentecostés del Antiguo Testamento celebraba la cosecha física. El Pentecostés del Nuevo Testamento representa el comienzo de la gran cosecha espiritual, con la conversión de miles ese día. La presencia del Espíritu empoderó a la Iglesia para testificar con poder, valentía y unidad.
Lecciones que aprendemos de la iglesia primitiva con la experiencia de Pentecostés:
- La unidad y la oración son esenciales para la manifestación del Espíritu.
- El Espíritu Santo empodera para la misión.
- El poder del Espíritu Santo va acompañado de la proclamación del Evangelio.
- La experiencia del Pentecostés demuestra que el Evangelio es para todas las naciones.
Pentecostés une el pasado y el presente: la cosecha material con la espiritual, la Ley con el Espíritu, el Sinaí con Jerusalén. Nos desafía a vivir vidas llenas del Espíritu con propósito, misión y comunión.
La Fiesta de la Cosecha o Fiesta de las Semanas
La Fiesta de la Cosecha, también llamada la Fiesta de las Semanas, era una de las tres festividades principales del pueblo de Israel. Instituida por Dios en Levítico 23:15-21, se celebraba cincuenta días después de la Pascua y marcaba el final de la cosecha de trigo. Era un momento de gratitud a Dios por los frutos de la tierra, cuando los israelitas presentaban ofrendas voluntarias.
Con el tiempo, la festividad llegó a asociarse con la entrega de la Ley en el Monte Sinaí. Simboliza la provisión, el pacto y la fidelidad divina, y en el Nuevo Testamento se relaciona con Pentecostés, con la "cosecha espiritual" iniciada por el descenso del Espíritu Santo.
La manifestación del Espíritu Santo el día de Pentecostés
En el día de Pentecostés, como leemos en Hechos 2, unos 120 discípulos de Jesús se reunieron en Jerusalén, obedeciendo la instrucción que él les había dado de esperar la promesa del Padre, el Espíritu Santo (Hechos 1:4-5).
De repente, un estruendo como el de un viento recio y fuerte vino del cielo y llenó toda la casa, y lenguas como de fuego se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, conforme el Espíritu les daba que hablasen.
Este acontecimiento marcó el bautismo en el Espíritu Santo, como se había profetizado en Joel 2:28 y confirmado por Pedro.
Sucederá después de esto que derramaré mi Espíritu sobre todo mortal. Sus hijos y sus hijas profetizarán. Sus ancianos tendrán sueños; y sus jóvenes visiones.
(Joel 2:28)
Al igual que en la profecía de Joel, personas de diversas naciones escucharon a los discípulos hablar en sus propios idiomas, lo que causó asombro. Pedro predicó entonces, y unas 3.000 personas se convirtieron, dando inicio a la misión de la Iglesia.
La manifestación del Espíritu en Pentecostés no fue solo un acontecimiento histórico, sino el comienzo de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. Muchos cristianos consideran el bautismo en el Espíritu como un empoderamiento espiritual que les permite testificar, servir con valentía y vivir una vida de santidad.
Lo que sucedió el día de Pentecostés sigue siendo un llamado a la unidad, al poder espiritual y a la misión de la Iglesia en el mundo.
La venida del Espíritu Santo en Pentecostés, texto bíblico
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.
(Hechos 2:1-13)
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