Aunque forman parte de la Trinidad, Dios, Jesús y el Espíritu Santo no son exactamente la misma persona. La Trinidad está compuesta por: Dios Padre, Dios Hijo —que es Jesucristo— y el Espíritu Santo. Hay varios versículos bíblicos que nos ayudan a comprender la función de cada persona de la Trinidad.
Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.
(Mateo 3:16-17)
Aconteció que, en el tiempo en que todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado. Y mientras oraba, el cielo fue abierto y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como paloma. Luego vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”.
(Lucas 3:21-22)
En ese relato bíblico podemos identificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo al mismo tiempo, en un mismo episodio. Jesús, Dios Hijo, obedeciendo el llamado de Dios, siendo bautizado. Dios Padre, expresando su amor por el Hijo de forma audible. Y la manifestación del Espíritu Santo en forma de paloma. Cada uno tuvo una acción distinta, pero todos actuaron en armonía.
Jesús, enviado por Dios Padre
Dios envió a su Hijo Jesús para liberarnos de la muerte eterna. Jesús vino a la tierra para cumplir la voluntad de Dios Padre.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
(Juan 3:16)
Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
(Juan 6:38-40)
Dios Padre envió a Jesucristo (Dios Hijo) para purificarnos de todo pecado. Dios se hizo hombre, superó todas las pruebas de esta tierra y se ofreció como el sacrificio perfecto (una misión que recibió de Dios Padre). Sin este sacrificio, no tendríamos la posibilidad de nuestra salvación. Solo a través del Hijo tenemos acceso al Padre.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
(Juan 1:14)
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
(Lucas 19:10)
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
(Juan 14:6)
Jesús hablaba con Dios Padre
Aunque fue Dios quien lo envió, la Biblia nos muestra que Jesús -además de obedecer los preceptos del Padre- hablaba con él.
Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
(Mateo 26:39)
Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.
(Juan 17:5)
Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
(Lucas 23:46)
Jesús resucitó y regresó a los brazos del Padre
Después de ser crucificado, Jesús –siendo Dios- resucitó por sí mismo y regresó a los brazos del Padre, como había dicho que haría.
Pero de ahora en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios Todopoderoso.
(Lucas 22:69)
Después que les habló, el Señor Jesús fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios.
(Marcos 16:19)
y les dijeron: Hombres galileos, ¿por qué se quedan de pie mirando al cielo? Este Jesús, quien fue tomado de ustedes arriba al cielo, vendrá de la misma manera como le han visto ir al cielo.
(Hechos 1:11)
Luego de regresar a los brazos de Dios Padre, Jesús no nos dejó solos. Nos envió al Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad.
Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
(Hechos 1:4-5)
Cristo nos enseñó a evangelizar, bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Jesús se acercó a ellos y les habló diciendo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
(Mateo 28:18-19)
En sus funciones, Dios y Jesús no son la misma persona, pero forman parte de la Trinidad. Esto no disminuye la divinidad de Dios ni de Jesús. ¿Quién puede perdonar nuestros pecados, dejarse adorar, vencer la muerte y darnos la salvación, sino Dios? Quien conoce al Padre, conoce al Hijo y al Espíritu Santo, ¡los tres son uno!
Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.
(Juan 14:9-10)
Yo y el Padre uno somos.
(Juan 10:30)
Lee también: