El Salmo 128 es un cántico de sabiduría que presenta la visión bíblica de una familia bendecida, centrada en el temor del Señor y en la obediencia a sus caminos. El salmo describe la felicidad de aquel que teme a Dios. Tendrá trabajo fructífero, su esposa será como vid fecunda, sus hijos como brotes de olivo alrededor de la mesa y verá paz en Israel. Es un salmo que exalta la prosperidad familiar y comunitaria como resultado de la fidelidad a Dios.
Su autor no es identificado, pero la tradición judía atribuye muchos salmos a David. Por ser un cántico de peregrinación, o de ascenso gradual, los israelitas lo entonaban durante las subidas a Jerusalén para las fiestas religiosas. En este contexto, familias enteras participaban, reforzando el carácter comunitario y familiar del salmo.
La enseñanza principal del Salmo 128 es que la verdadera bendición no se mide solo en los bienes materiales, sino en la presencia de Dios en la vida personal y familiar. Enseña que el temor al Señor genera frutos de paz, prosperidad y alegría que se extienden desde el hogar hasta todo el pueblo.
Salmo 128:1-2: ¡Quien teme al Señor es feliz!
En los versículos iniciales, el salmista introduce el tema central: la verdadera felicidad nace del temor al Señor y de la obediencia a sus caminos.
Bienaventurado todo aquel que teme al SEÑOR y anda en sus caminos:
Cuando comas del trabajo de tus manos serás feliz y te irá bien.
(Salmo 128:1-2)
Temer al Señor no significa tener miedo, sino reverencia, respeto y confianza en Dios. Este temor genera actitudes de justicia, honestidad y fidelidad que resultan en bendiciones. La promesa de “comer del trabajo de tus manos” muestra que el esfuerzo del hombre será recompensado, trayendo sustento y realización.
A diferencia de una prosperidad vacía, aquí se trata de disfrutar aquello que se ha conquistado con honestidad, paz y en comunión con Dios. No se trata de una felicidad superficial, sino de una plena, porque une lo material, lo espiritual y lo emocional.
El hombre que anda con Dios no vive solo para acumular posesiones, sino que encuentra satisfacción en lo que recibe del Señor. En el salmo, la prosperidad es consecuencia de la fidelidad y no un objetivo en sí mismo. La verdadera alegría no está en las riquezas pasajeras, sino en vivir en armonía con los principios de Dios.
Salmo 128:3: Mujer e hijos bendecidos
Según el salmista, la bendición se extiende a la familia de aquel que teme al Señor:
Tu mujer será como una vid que lleva fruto a los lados de tu casa;
tus hijos serán como brotes de olivo alrededor de tu mesa.
(Salmo 128:3)
La esposa es comparada con una “vid fructífera”, imagen de fertilidad, alegría y vitalidad. La vid, en el contexto bíblico, representa abundancia y celebración, pues su fruto produce vino, asociado a la alegría y al sustento. Así, la mujer fiel y virtuosa es una bendición para el hogar, trayendo vida, estabilidad y crecimiento.
Los hijos son descritos como “brotes de olivo alrededor de la mesa”. Esto simboliza vitalidad, esperanza y continuidad de la herencia familiar. El olivo es un árbol duradero y resistente. Es muy valorado en Israel por su fruto y aceite, que representan prosperidad y la bendición de Dios. De la misma manera, los hijos son señal de futuro, seguridad y perpetuación del legado espiritual y material.
La imagen de la familia reunida alrededor de la mesa revela comunión, unidad y armonía familiar. Este versículo muestra que la bendición de Dios no se restringe al individuo, sino que alcanza a toda su casa, convirtiéndola en un espacio de amor, prosperidad y testimonio.
Salmo 128:4: Un hombre bendecido
Así será bendecido el hombre que teme al SEÑOR.
(Salmo 128:4)
Aquí el salmista reafirma la recompensa de aquel que teme al Señor: la bendición de Dios. El texto enfatiza que la felicidad descrita en los versículos anteriores no es fruto del acaso, sino consecuencia directa de la obediencia y reverencia a Dios.
El hombre que teme al Señor experimenta bendiciones personales, familiares y colectivas. Se convierte en ejemplo de integridad, sabiduría y prosperidad equilibrada. La palabra “bendecido” no debe entenderse solo como poseedor de bienes materiales, sino como alguien que vive en paz, con propósito y en la presencia de Dios.
Esta condición va más allá de las circunstancias externas. Incluso en medio de dificultades, el hombre que teme a Dios posee seguridad espiritual y confianza en su cuidado.
Salmo 128:5-6: ¡Prosperidad y paz en Israel!
Estos versículos amplían la bendición, que ahora se extiende de la vida individual y familiar a toda la comunidad de Israel:
¡El SEÑOR te bendiga desde Sion! Que veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida.
Que veas a los hijos de tus hijos. ¡La paz sea sobre Israel!
(Salmos 128:5-6)
El salmista invoca la bendición del Señor desde Sión, el centro de la adoración. Esto refuerza que toda prosperidad verdadera tiene su origen en Dios. La promesa es que el justo verá la prosperidad de Jerusalén, es decir, participará del bienestar de su nación. Esto muestra la relación entre la vida personal y la vida comunitaria: familias bendecidas contribuyen a una sociedad estable y próspera.
La bendición se prolonga a lo largo de la vida, permitiendo que el hombre vea “a los hijos de sus hijos”, señal de longevidad, continuidad y legado de fe. El clímax del salmo está en la expresión: “¡La paz sea sobre Israel!” La paz (shalom) no es solo ausencia de guerra, sino un estado de armonía plena, prosperidad, justicia y presencia de Dios.
Estos versículos enseñan que temer al Señor produce frutos que trascienden la esfera individual, alcanzando a las futuras generaciones y fortaleciendo a todo el pueblo. La fidelidad a Dios es fuente de bendición duradera, esperanza y paz.
Salmo 128 completo
Bienaventurado todo aquel que teme al SEÑOR y anda en sus caminos:
2 Cuando comas del trabajo de tus manos serás feliz y te irá bien.
3 Tu mujer será como una vid que lleva fruto a los lados de tu casa;
tus hijos serán como brotes de olivo alrededor de tu mesa.
4 Así será bendecido el hombre que teme al SEÑOR.
5 ¡El SEÑOR te bendiga desde Sion! Que veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida.
6 Que veas a los hijos de tus hijos. ¡La paz sea sobre Israel!
(Salmos 128:1-6)
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