5 ejemplos de benignidad en la Biblia


Equipo de Bibliaon
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Los hijos de Dios somos llamados a comportarnos con benignidad, a ser compasivos y tener piedad de los demás. El mayor ejemplo de benignidad es Dios. Somos salvos gracias a su amor y compasión. Veamos otros ejemplos bíblicos de benignidad y busquemos ser más clementes y compasivos con los demás.

1. David cuidó de Mefiboset y lo trató como alguien de la familia

David y Jonatán fueron grandes amigos, a pesar de que el rey Saúl, padre de Jonatán, tenía muchos celos de David y deseaba matarlo. Eran tan unidos que hicieron un pacto de amistad. Jonatán ayudaba a David a esconderse de su padre y le daba información para que se mantuviera a salvo.

Saúl y Jonatán murieron combatiendo a los filisteos en la batalla de Gilboa (1 Samuel 31). Pasado algún tiempo, David preguntó si quedaba alguien de la familia de Saúl y Jonatán a quien él pudiera mostrar bondad por amor a su amigo Jonatán.

Un siervo le comentó que quedaba Mefiboset, un hijo de Jonatán lisiado de ambos pies (2 Samuel 9:3). David envió que lo trajeran a su casa. Mefiboset estaba nervioso, no sabía cuál era la intención de David.

Pero David lo recibió con bondad. Le devolvió las tierras que habían sido de Jonatán y lo invitó a que comiera cada día con él y su familia, como otro miembro más de la familia.

David acogió a Mefiboset y se aseguró de que las tierras de Mefiboset fueran labradas para que él tuviera provisión por el resto de su vida.

2. José perdonó a sus hermanos y los salvó de morir de hambre

José era el undécimo hijo de Jacob, pero el primero con su amada esposa Raquel. Jacob tenía un amor especial por José y eso causó celos en sus hermanos. Cansados del favoritismo del papá hacia José, decidieron venderlo como esclavo a una caravana que iba en dirección de Egipto.

José, traicionado por sus hermanos, se encontró viviendo como esclavo en Egipto. Allí creció y, luego de muchos contratiempos y dificultades, se convirtió en gobernador de Egipto. Esto sucedió, gracias a que José interpretó dos sueños del faraón que advertían sobre 7 años de abundancia que precederían a 7 años de gran escasez.

José administró tan bien los recursos de Egipto, que cuando llegaron los 7 años de escasez había más que suficiente para todo el pueblo de Egipto. Comenzaron a llegar personas de otros países para comprarle alimentos a José, pues la hambruna se había extendido.

Entre las personas que llegaron a Egipto en busca de alimentos, se encontraban los hermanos de José. Él los reconoció, pero ellos no lo reconocieron a él. Los hermanos hicieron varios viajes en busca de alimentos y José siempre les vendía comida.

Finalmente, José le reveló a sus hermanos que él era el hermano que habían vendido. Los hermanos se asustaron, pero José les dijo que los perdonaba porque él sabía que Dios había permitido todo eso para que él pudiera salvar muchas vidas, incluyendo la de ellos. Al final, José se llevó a toda la familia a Egipto a vivir con él.

3. La hija del faraón rescató a Moisés de las aguas del Nilo

El pueblo de Israel había crecido mucho en Egipto y el rey estaba preocupado, con temor de que se rebelaran. Ordenó que los oprimieran en sus trabajos. También habló con las parteras de las hebreas para que, si nacía un niño hebreo varón, lo mataran.

Moisés nació en ese tiempo, hijo de una familia hebrea descendiente de Leví. Su madre lo mantuvo escondido por tres meses, pero llegó el momento en el que ya no lo podía ocultar más. Preparó un cesto de juncos calafateado con brea y asfalto y lo dejó a la orilla del río Nilo mientras la hermana de Moisés observaba.

La hija del faraón bajó al río con sus doncellas para bañarse y vio el cesto en la orilla. Lo abrió y vio al niño que lloraba, y le tuvo compasión (Éxodo 2:6). Se dio cuenta de que era un niño hebreo, pero aun así, no lo rechazó ni devolvió al cesto, sino que decidió buscar una nodriza que cuidara de él.

La hermana de Moisés, que estaba escondida, ofreció buscar a su mamá. Fue así como Moisés regresó a su familia, pero bajo la protección de la hija del faraón, quien lo adoptó como su hijo.

4. El buen samaritano cuidó del desconocido herido

Esta parábola narrada por Jesús se encuentra en Lucas 10:25-37. Trata sobre un hombre que iba de Jerusalén a Jericó, pero en el camino se encontró con unos ladrones que lo asaltaron y lo hirieron con tal gravedad, que quedó medio muerto.

Varias personas se acercaron por el camino, un sacerdote y un levita, pero lo ignoraron y siguieron su camino sin siquiera ver si estaba vivo. Luego, pasó un extranjero - un samaritano. Él, tan pronto lo vio, fue movido a misericordia. Se acercó al hombre medio muerto, le echó aceite y vino en las heridas y lo vendó.

Luego, lo subió a su propio animal y lo llevó a un mesón donde lo cuidó. Cuando llegó el momento de irse, le dio dinero al mesonero para que siguiera cuidando del herido. Si por casualidad el cuidado del herido salía más costoso, aseguró que pagaría el resto cuando regresara.

Jesús puso a ese hombre bondadoso como ejemplo de alguien que ama a su prójimo.

5. José de Arimatea tomó el cuerpo de Cristo y le dio un entierro digno

José de Arimatea era un varón bueno y justo que pertenecía al concilio del sanedrín, el consejo supremo de los judíos. Él esperaba el reino de Dios, pero era un discípulo secreto de Jesús por temor a los judíos.

Al parecer, después de la crucifixión de Jesús, él perdió el miedo. Fue directamente donde Pilato y le pidió que le permitiera llevarse el cuerpo de Jesús para darle un entierro digno. Por lo general, los cuerpos de los crucificados se quedaban colgados en la cruz como espectáculo, pero él deseaba enterrar a Jesús con dignidad.

Pilato le dio permiso a José para que fuera y retirara el cuerpo de Jesús de la cruz donde lo habían crucificado. Por allí cerca había un huerto, y en el huerto había un sepulcro nuevo, en el que aún no habían puesto a nadie.

José de Arimatea fue con Nicodemo, otro miembro del sanedrín interesado en seguir a Jesús. Ellos tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, como acostumbran los judíos sepultar a sus muertos.

Llevaron el cuerpo de Jesús al sepulcro que estaba cavado en una peña y luego, rodaron una piedra para sellar la entrada del sepulcro. Con este acto de compasión, José de Arimatea expresó su amor por Jesús y su reconocimiento de él como el Mesías redentor.

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