6 ejemplos de arrepentimiento en la Biblia


El arrepentimiento sincero tiene como resultado gozo y bendición. Aquí encontrarás historias bíblicas de arrepentimiento que resultaron en vidas transformadas gracias al perdón recibido.

1. Pedro

Es muy conocida la historia de cuando Pedro negó conocer a Jesús. Pedro era uno de los doce discípulos, una de las personas más cercanas a Jesús. Pero cuando llegó el momento de dificultad en el que apresaron a Jesús, Pedro, que hasta entonces había parecido muy valiente y dispuesto a todo, negó a Jesús tres veces.

Aunque Jesús había profetizado que eso sucedería, fue un momento muy amargo para Pedro y lo marcó profundamente. Sin embargo, ese no es el fin de la historia. En Juan 21:15-19 se narra un encuentro precioso entre Jesús y Pedro, después de la resurrección de Jesucristo.

En esa conversación, Pedro confirmó su amor por Jesús. Jesús sabía que Pedro estaba avergonzado y arrepentido de haberle negado y, con esa conversación, le dio a Pedro la oportunidad de un nuevo comienzo.

Jesús le dio la encomienda a Pedro de apacentar sus ovejas. Pedro había cometido un error, pero el corazón de Dios es un corazón perdonador. Jesús conocía a Pedro profundamente y sabía que estaba arrepentido por haberlo negado. Como muestra del perdón de Dios, Jesús le encomendó a Pedro cuidar de los que se unirían a la iglesia.

El perdón que recibió Pedro marcó el inicio de años de perseverancia llevando el mensaje de salvación por medio de Jesús.

2. La mujer pecadora que ungió los pies de Jesús

Jesús se encontraba comiendo en casa de un fariseo llamado Simón, cuando entró de repente una mujer de la ciudad, pecadora. Ella, tan pronto se enteró de que Jesús estaba allí, entró corriendo y trajo con ella un frasco alabastro con perfume. La mujer se postró a los pies de Jesús llorando. Comenzó a besar sus pies y a ungirlos con el perfume.

Sus lágrimas caían sobre los pies de Jesús y ella las secaba con su cabello largo. El fariseo, alarmado, decía para sí mismo: «Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.» (Lucas 7:39b).

Jesús, conociendo el corazón del fariseo, comenzó a relatar una parábola con tres personajes: un acreedor y dos deudores. A uno, el acreedor le perdonó una pequeña deuda. Al otro, le perdonó una deuda muy grande. Jesús preguntó cuál de ellos amaría más. El fariseo contestó: al que se le perdonó más.

En seguida, Jesús le dijo que lo mismo pasaba entre él y la mujer. Él se consideraba justo, sin necesidad de Jesús. Sin embargo, ella se acercó a Jesús con humildad, reconociendo su pecado y su necesidad de él. Ella sabía en su corazón que Jesús era Dios y que podía perdonarla y transformar su vida.

Ella llevó como ofrenda a Dios no solo el perfume, sino también sus lágrimas de arrepentimiento y su corazón abierto para recibir el perdón de Dios. Jesús le dijo, «Tus pecados te son perdonados. Tu fe te ha salvado, ve en paz.» (Lucas 7:48 y 50).

Para la mujer, su humildad y su arrepentimiento ante Jesús, resultaron en perdón, salvación y paz.

3. El hijo pródigo

Encontramos la parábola del hijo pródigo en Lucas 15:11-32. Esa parábola habla de un joven que le pidió a su papá que le diera su herencia. El joven se fue a un país lejano y allí malgastó su herencia viviendo de forma desenfrenada.

Justo cuando se lo había gastado todo, comenzó un tiempo de escasez en el lugar donde él se encontraba. Por eso, tuvo que buscar un empleo, pero solo consiguió un trabajo en el campo cuidando cerdos. El joven pasaba hambre y deseaba comerse la comida de los cerdos.

Mientras trabajaba, recordó los años felices con su padre y la abundancia que había disfrutado allá. Tomó la decisión de regresar a su casa y se preparó para lo peor. Pensaba que su padre lo rechazaría enojado, así que preparó un discurso para convencer a su papá de que, por lo menos, le diera un trabajo.

Sin embargo, cuando llegó cerca de la casa, su padre lo vio y salió corriendo a recibirlo. La Biblia dice que el padre se compadeció, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El hijo le pidió perdón a su padre por lo que había hecho y le dijo que ni siquiera merecía ser llamado su hijo. Pero el padre mandó a preparar un gran banquete para celebrar su regreso. El papá no solo lo recibió, sino que perdonó su actuar necio y le dio una nueva oportunidad.

De la misma forma, Dios está siempre con los brazos abiertos, dispuesto a recibir y perdonar a los que se arrepienten de todo corazón.

La parábola del hijo pródigo y su significado

4. Jonás

Un día, Dios habló con Jonás para darle una encomienda: ir a Nínive y avisarles sobre el castigo que Dios había preparado para esa ciudad. Los ninivitas eran muy malvados y Dios había decidido castigarles.

Jonás se asustó mucho y decidió huir de la presencia del Señor. Se subió a un barco que iba en dirección opuesta a Nínive pensando que así estaría a salvo. Obviamente, Dios sabía donde estaba Jonás. Vino una gran tormenta y Jonás sabía que era por su culpa. Para lograr que se aquietara el mar, les dijo que lo echaran al mar.

En el mar, un gran pez se tragó a Jonás. Él permaneció allí tres días y tres noches, en el estómago del gran pez. Desde allí, Jonás clamó a Dios, se arrepintió y decidió hacer lo que Dios le había mandado. El pez vomitó a Jonás en tierra firme y él fue a Nínive a darles la palabra de advertencia de parte de Dios.

El arrepentimiento de Jonás lo llevó a obedecer a Dios. Gracias a su obediencia, los ninivitas también se arrepintieron de sus malos caminos y experimentaron la misericordia de Dios.

La historia de Jonás

5. David

El rey David se enamoró de una mujer hermosa llamada Betsabé, una mujer casada. Su deseo por ella era tanto, que la mandó a llamar y se acostó con ella. Ella quedó embarazada, y David tramó cómo librarse del marido de ella, Urías, un hombre bueno que servía en el ejército del rey.

Urías murió en medio de una batalla y David tomó a Betsabé como esposa. Nació el bebé, fruto del encuentro adúltero entre David y Betsabé. A Dios no le había gustado el comportamiento de David y, al ver que David seguía su vida sin arrepentirse, envió al profeta Natán con un mensaje.

Natán narró una historia sobre dos hombres, uno rico y uno pobre. El hombre rico se antojó de la posesión más preciada del pobre y se la arrebató. David se enojó mucho al oír la historia. Dijo que el hombre rico merecía morir. Natán le dijo: ese hombre rico eres tú (2 Samuel 12:7-10).

David se dio cuenta de que había obrado muy mal y se arrepintió ante Dios. Dios lo perdonó, pero Natán le dijo que su pecado tendría grandes consecuencias. El bebé que había nacido, moriría y su familia sufriría mucho debido a ese pecado.

Luego de su arrepentimiento, David escribió el Salmo 51, derramando su alma ante Dios y pidiendo purificación. Con el tiempo, David y Betsabé tuvieron otro hijo, Salomón, quien fue el tercer rey de Israel, y se destacó por su sabiduría.

Salmo 51: la oración de un pecador arrepentido

6. El carcelero de Filipos

Luego de hacer un milagro de liberación en Filipos, Pablo y Silas fueron encarcelados (Hechos 16). Los habían acusado de alborotar la ciudad. Por eso, les rasgaron las ropas y los azotaron con varas. Luego de azotarlos por un rato, los echaron en la cárcel, bajo el cuidado de un carcelero.

Los pusieron en el calabozo de más adentro, asegurados sus pies con el cepo. Llegó la medianoche y Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios. De repente, vino un gran terremoto y todo se sacudía. Se abrieron todas las puertas de la cárcel y se soltaron las cadenas de todos.

El carcelero, al ver la situación, sacó la espada para matarse. Pero Pablo le habló, le dijo que no se hiciera nada porque estaban todos allí. El carcelero se postró a los pies de Pablo y Silas y preguntó qué debía hacer para ser salvo. Ellos le contestaron: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.» (Hechos 16:31).

Él se llevó a Pablo y Silas a su casa y allí, ellos les explicaron el evangelio de Jesús a él y a su familia. El carcelero les curó las heridas y tanto él como su familia, fueron bautizados en ese día. Sus corazones se llenaron de gozo al creer en el Señor Jesucristo.

El arrepentimiento del carcelero trajo la salvación por medio de Jesús, no solo a su vida, sino para toda su familia.

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