Devocional diario
Un devocional diario para fortalecer tu relación con Dios.
Devocional de Hoy
Los peligros de una mente vacía
No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta.
(Romanos 12:2)
Una mente vacía nunca permanece realmente desocupada. Así como una casa abandonada se llena rápidamente de polvo, animales o incluso personas no deseadas, así sucede también con nuestros pensamientos cuando no están llenos de la Palabra de Dios. El enemigo lo sabe y busca usar cada espacio desocupado para sembrar dudas, tentaciones y engaños.
Cuando no alimentamos nuestra mente con la oración, la lectura de la Biblia y alabanza, abrimos la puerta a malos pensamientos e incluso a influencias negativas. Jesús enseñó que cuando un espíritu inmundo abandona a una persona, si encuentra que su corazón permanece vacío, regresa trayendo consigo otros espíritus peores.
Cuando el espíritu impuro sale del hombre, anda por lugares áridos en busca de reposo, y no lo halla. Entonces dice: “Volveré a mi casa, de donde salí.” Y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va y trae otros siete espíritus peores que él, y entran y allí se quedan a vivir. ¡Y el estado final de aquel hombre resulta ser peor que el primero! Así también le pasará a esta generación malvada.
(Mateo 12:43-45)
Una mente vacía es terreno fértil para las distracciones y el pecado. La ociosidad prolongada puede llevar a la murmuración, las comparaciones e incluso la envidia. Una mente renovada por la Palabra encuentra dirección, paz y firmeza ante las dificultades de la vida. Por eso, Pablo nos aconseja que pensemos en todo lo que es verdadero, justo, puro y digno de alabanza.
La solución no es simplemente no pensar en lo malo, sino llenar nuestra mente con las verdades eternas de Dios. La práctica de la oración constante, la meditación diaria en las Escrituras y la búsqueda de la comunión con el Señor llenan nuestra mente con lo que verdaderamente edifica.
No permitas que tu mente esté vacía. Llénala con la presencia de Cristo y deja que el Espíritu Santo guíe tus pensamientos. Así, estarás protegido de los ataques del enemigo y experimentarás la verdadera paz que solo el Señor puede dar.
Una mente llena de Cristo es una vida llena de victoria
- Reserva tiempo cada día para leer y meditar en las Escrituras. Cuando la mente está llena de la verdad de Dios, los pensamientos de engaño y miedo se desvanecen, y la fe se fortalece.
- La oración constante es el diálogo que protege la mente de distracciones y ataques espirituales. Al orar, entregamos nuestras preocupaciones a Dios y recibimos una paz que sobrepasa todo entendimiento humano.
- La compañía y los lugares que frecuentamos influyen en nuestra manera de pensar. Estar en ambientes de alabanza, compañerismo y edificación ayuda a mantener la mente ocupada en lo que glorifica a Cristo.
Para orar:
Querido Señor, llena mi mente con tu presencia y no permitas que el vacío dé paso al miedo ni a la tentación. Renueva mis pensamientos con tu Palabra y fortalece mi corazón para vivir en santidad. Que cada decisión sea guiada por tu Espíritu y que mi vida refleje la luz de Cristo. Aleja de mí toda distracción y mentira del enemigo, y concédeme paz, sabiduría y firmeza para permanecer fiel en todo momento. Amén.
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Devocional de Ayer
Escucha la voz de Dios
El que tenga oídos para oír, que oiga.
24 Pongan mucha atención —añadió—.
(Marcos 4:23-24a)
Varias veces las Escrituras llaman nuestra atención sobre la necesidad de escuchar a Dios. Y aquí, el sentido del oído no es una mera acción física e involuntaria de captar sonidos a través de los oídos. Cuando Dios llama a su pueblo a escuchar su mensaje, esto implica escuchar atentamente, siendo conscientes de la importancia del mensaje y tratando de comprender lo que se comunica.
En la conocida plegaria “Shemá Israel”, del Antiguo Testamento, es imperativo el llamado a escuchar al único Dios verdadero:
Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor (Deuteronomio 6:4).
En el Nuevo Testamento vemos a Jesús llamando la atención de los oyentes, por ejemplo, antes de contar la parábola del sembrador:
¡Pongan atención! Un sembrador salió a sembrar. (Marcos 4:3)
Y al final de la Biblia, vemos la advertencia expresada numerosas veces:
El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apocalipsis 3:13)
Estas muchas declaraciones enfatizan la importancia de escuchar y obedecer los mandamientos divinos. La palabra "Shemá" ('escuchar' en hebreo) resalta el llamado a prestar atención, escuchar de todo corazón y obedecer al único Dios Creador soberano.
4 pasos para aprender a escuchar a Dios
- Detente un rato. Prioriza al Señor y su Palabra. Dale la debida importancia a Jesús, a la Palabra de Dios y lo que él tiene que decirte a través de las Escrituras.
- Silencia otras voces. Silencia todas las voces que intenten competir por tu atención. Tanto voces externas (redes sociales, pantallas, etc.) como voces internas (pensamientos irrelevantes, preocupaciones y ansiedad).
- Escucha. Mantén tus oídos, ojos, mente y corazón atentos a lo que el Espíritu Santo te dice y te enseña a través de la Santa Biblia. Escuchar implica también valorar y practicar lo enseñado.
- ¡Ora con gratitud! Cada vez que nos dedicamos a escuchar a Dios, aprendemos algo importante sobre él, sobre nosotros mismos o sobre el mundo. Dale las gracias por sus hermosas promesas, sus mandamientos, su verdad, advertencias y estímulos.
Para orar:
Señor, perdóname si no te he escuchado como debería. No permitas que me quede atrapado en las voces de este mundo que traen ansiedad, miedo y preocupaciones, perdiendo el valor precioso de escuchar tu dulce voz. Ayúdame a centrarme en ti y a estar atento a lo que dices en tu Palabra. ¡Muchas gracias por enseñarme tantas verdades maravillosas que cambian la vida! Ayúdame a escucharte, porque solo podré tener fe para obedecer y practicar la Palabra de Cristo, si primero te escucho atentamente. ¡Habla, Señor, quiero escucharte con todo mi corazón! Amén.
Devocional de Anteayer
¡No estoy solo!
Hay momentos en que las situaciones difíciles de la vida parecen insoportables y nuestros corazones se sienten apretados por las dificultades. El enemigo intenta susurrarnos que estamos solos, que Dios no nos escucha y que la respuesta no llegará. Pero la Palabra nos recuerda que Dios es nuestro pronto auxilio en tiempos de tribulación.
En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios;
Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó a sus oídos.
(2 Samuel 22:7)
Este versículo nos llama a confiar. Nos muestra que la oración sincera, ofrecida en lo más profundo del valle, no se pierde en el silencio. Cada clamor, cada lágrima, cada gemido del corazón llega a los oídos del Señor. Él nos escucha, se inclina, se interesa y actúa a nuestro favor. El Dios que creó el cielo y la tierra no es indiferente al dolor de sus hijos. Al contrario, se acerca a ellos, los sostiene y los fortalece.
Quizás hoy estés experimentando una batalla interior, cargando preocupaciones o sintiendo que la esperanza se ha desvanecido. Pero recuerda esto: tu clamor no es en vano. El mismo Dios que escuchó a David, que transformó su angustia en victoria, también está atento a ti. En el momento oportuno, él responde, trayendo paz, guía y liberación.
No dejes de clamar. Él es el refugio en medio de la tormenta y la ayuda inmediata en cada situación. Cree que tu clamor ya ha llegado a los oídos del Altísimo y que, incluso antes de ver la respuesta, puedes descansar en la certeza de que Dios está obrando. Levántate con fe, porque el Señor no falla y, en su fidelidad, transformará tu angustia en un testimonio de victoria.
Dios escucha tu clamor
- Cuando el corazón clama desesperado, Dios no calla. Tu voz llega hasta el templo celestial y a los oídos del Padre, quien nunca ignora a sus hijos.
- La oración sincera abre caminos donde parece no haber salida. El clamor lleno de fe trae consuelo inmediato, fortaleciendo el corazón y preparándolo para experimentar el milagro divino.
- Dios transforma las lágrimas en esperanza. Al escuchar el clamor del alma, él actúa con amor y poder, cambiando escenarios, trayendo paz y guiando a sus hijos a la victoria prometida.
Para orar:
Señor, en medio de mi angustia, elevo mi voz a ti. El peso es grande, pero mayor es tu poder. Escucha mi clamor, fortalece mi corazón y extiende tu mano sobre mí. Sé que no estoy solo, porque tu presencia me rodea. Confío en que la victoria llegará, porque tú eres fiel y nunca abandonas a quienes te buscan. Amén.
Lee también: Dios está contigo: versículos que muestran que él está con nosotros
Qué es el Devocional diario
El Devocional diario es un momento especial del día que dedicas para tener un tiempo precioso de comunión con Dios. Es muy sencillo establecer una rutina emocionante de descubrimiento y crecimiento espiritual. Lo lograrás al separar un momento cada día para acercarte al Señor. Durante el Devocional leerás un versículo de la Biblia con una meditación sobre el texto. Luego, meditarás sobre las enseñanzas y cómo aplicarlas en tu vida. Al final, podrás orar.
Cómo hacer tu Devocional diario
Aquí tienes unos consejos para que aproveches al máximo la lectura del mensaje bíblico durante el Devocional diario:
- Aparta un momento y escoge un lugar específico: tu momento devocional será más provechoso si dejas de lado el ajetreo e inviertes en un tiempo placentero a solas con Dios.
- Lee el versículo o el pasaje bíblico con atención: desarrolla un estilo de vida comprometido con la Palabra de Dios todos los días y evita las distracciones.
- Lee la meditación diaria: reflexiona e intenta comprender el propósito de Dios para tu vida a través de los comentarios.
- Aplicación práctica: anota tus descubrimientos y no olvides poner en práctica todo lo que has aprendido por medio de la Biblia.
- Comparte lo que aprendiste: intenta compartir con otras personas a través de tus conversaciones e interacciones diarias lo que Dios te enseña en tus momentos de devocional diario.
¡No olvides la importancia de vivir una vida totalmente comprometida con la Palabra de Dios!