Cuando Dios hace un pacto, siempre cumple su parte. Dios no olvida sus promesas. La Biblia está llena de ejemplos de cómo Dios cumple con lo prometido, incluso cuando los hombres rompen el pacto. En la Biblia, Dios hizo un pacto con el pueblo de Israel para que fueran su pueblo especial. Israel obedecería a Dios y él cuidaría de ellos. Dios también prometió que el Salvador del mundo vendría de Israel.
Pero el servicio sacerdotal que Jesús ha recibido es superior al de ellos, así como el pacto del cual es mediador es superior al antiguo, puesto que se basa en mejores promesas.
(Hebreos 8:6)
Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.
(1 Corintios 11:25)
Cuando Jesús vino, Dios estableció un nuevo pacto con toda la humanidad: quien acepta a Jesús como su Salvador, es adoptado como hijo de Dios, y Dios estará con ellos para siempre. Este nuevo pacto completó el primer pacto. Ahora todos tenemos acceso a Dios a través de Jesucristo.
El Señor es nuestro Dios;
en toda la tierra prevalecen sus juicios.
Nunca se olvida de su pacto,
de la palabra que dictó para mil generaciones.
Fue un acuerdo que hizo con Abraham,
y que lo confirmó con Isaac.
(Salmo 105:7-9)
Estableceré mi pacto contigo y con tus descendientes. Será un pacto perpetuo, y yo seré tu Dios y el de tu descendencia. A ti y a tu descendencia les daré toda la tierra donde ahora habitas, la tierra de Canaán, como herencia perpetua, y yo seré el Dios de ellos.
Dios también le dijo a Abraham: Tú, por tu parte, guardarás mi pacto; tú y tu descendencia, por sus generaciones. Este es el pacto que yo hago con ustedes, y que ustedes guardarán; es decir, tú y tu descendencia: Todo varón que haya entre ustedes será circuncidado. Ustedes circuncidarán la carne de su prepucio, como señal del pacto entre nosotros.
(Génesis 17:7-11)
Ahora pues, si de veras escuchan mi voz y guardan mi pacto, serán para mí un pueblo especial entre todos los pueblos. Porque mía es toda la tierra, y ustedes me serán un reino de sacerdotes y una nación santa.
Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.
(Éxodo 19:5-6)
Pero el SEÑOR fue generoso con ellos y les mostró misericordia. Se volvió hacia ellos a causa de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob, y no quiso destruirlos ni echarlos de su presencia hasta ahora.
(2 Reyes 13:23)
Porque el SEÑOR tu Dios es Dios misericordioso; no te abandonará ni te destruirá ni se olvidará del pacto que juró a tus padres.
(Deuteronomio 4:31)
No profanaré mi pacto, ni cambiaré lo que ha salido de mis labios.
Una vez he jurado por mi santidad, y no mentiré a David:
Su descendencia será para siempre; y su trono, delante de mí, como el sol.
Será como la luna que permanece firme para siempre;
un fiel testigo en medio de las nubes”. Selah
(Salmo 89:34-37)
Aunque los montes se debiliten y las colinas se derrumben, mi misericordia no se apartará de ti. Mi pacto de paz será inconmovible, ha dicho el SEÑOR, quien tiene compasión de ti.
(Isaías 54:10)
No porque ustedes sean más numerosos que todos los pueblos, el SEÑOR los ha querido y los ha escogido, pues ustedes eran el más insignificante de todos los pueblos.
Es porque el SEÑOR los ama y guarda el juramento que hizo a sus padres, que los ha sacado de Egipto con mano poderosa y los ha rescatado de la casa de esclavitud, de mano del faraón, rey de Egipto.
Reconoce, pues, que el SEÑOR tu Dios es Dios: Dios fiel que guarda el pacto y la misericordia para con los que lo aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones, y que da retribución en su misma cara al que lo aborrece, destruyéndolo. Él no tardará en darla al que lo aborrece; en su misma cara le retribuirá.
Guarda, pues, los mandamientos, leyes y decretos que hoy te mando que cumplas. Y será que por haber obedecido estos decretos, por guardarlos y ponerlos por obra, el SEÑOR tu Dios guardará para contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres.
(Deuteronomio 7:7-12)
Porque, reprendiéndoles, dice: “He aquí vienen días”, dice el Señor, “en que concluiré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto; no como el pacto que hice con sus padres en el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto.
Porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo dejé de preocuparme por ellos”, dice el Señor.
“Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días”, dice el Señor.
“Pondré mis leyes en la mente de ellos y en su corazón las inscribiré. Y yo seré para ellos Dios, y para mí ellos serán pueblo.
Nadie enseñará a su prójimo, ni nadie a su hermano, diciendo: ‘Conoce al Señor’; porque todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor.
Porque seré misericordioso en cuanto a sus injusticias y jamás me acordaré de sus pecados”.
(Hebreos 8:8-12)
Ustedes son los hijos de los profetas y del pacto que Dios concertó con sus padres, diciendo a Abraham: En tu descendencia serán benditas todas las familias de la tierra. Y después de levantar a su Siervo, Dios lo envió primero a ustedes, para bendecirles al convertirse cada uno de su maldad.
(Hechos 3:25-26)
Por esta razón, también es mediador del nuevo pacto, para que los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna, ya que intervino muerte para redimirlos de las transgresiones bajo el primer pacto.
(Hebreos 9:15)
Sin embargo, yo me acordaré de mi pacto que hice contigo en los días de tu juventud, y estableceré contigo un pacto eterno.
(Ezequiel 16:60)
Yo pongo mi arco en las nubes como señal del pacto que hago entre yo y la tierra.
(Génesis 9:13)
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