23 versículos sobre la falsedad, la mentira y el engaño


Dios es verdadero y puro, y detesta la falsedad. El diablo usó la falsedad para tentar al hombre a pecar. Jesús es la verdad y todo lo que es falso o engañoso se opone a él. La Biblia nos enseña a abandonar la falsedad, pues solo causa problemas, divisiones y trae castigo. Para evitar caer en la falsedad o el engaño, necesitamos conocer la Biblia y obedecer a Dios.

Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.
Él dijo, ¿y no lo hará? Habló, ¿y no lo cumplirá?
(Números 23:19)

Por lo tanto, habiendo dejado la mentira, hablen la verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros.
(Efesios 4:25)

No darás falso testimonio contra tu prójimo.
(Éxodo 20:16)

El testigo falso no quedará impune, y el que respira mentiras no escapará. (Proverbios 19:5)

El testigo falso no quedará impune,
y el que respira mentiras no escapará.
(Proverbios 19:5)

Porque nuestras transgresiones se han multiplicado delante de ti, y nuestro pecado ha testificado contra nosotros. Porque con nosotros permanecen nuestras transgresiones; reconocemos nuestras iniquidades. Transgredimos y negamos al SEÑOR; volvemos atrás dejando de seguir a nuestro Dios. Hablamos de opresión y de rebelión; concebimos y proferimos desde el corazón palabras de mentira.
(Isaías 59:12-13)

Seis cosas aborrece el SEÑOR,
y aun siete abomina su alma:
Los ojos altivos,
la lengua mentirosa,
las manos que derraman sangre inocente,
el corazón que maquina pensamientos inicuos,
los pies que se apresuran a correr al mal,
el testigo falso que respira calumnias
y el que provoca discordia entre los hermanos.
(Proverbios 6:16-19)

Pero les ruego, hermanos, que se fijen en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que han aprendido, y que se aparten de ellos. Porque tales personas no sirven a Cristo nuestro Señor sino a sus propios estómagos, y con suaves palabras y lisonjas engañan a los corazones de los ingenuos.
(Romanos 16:17-18)

Guarda tu lengua del mal,
y tus labios de hablar engaño.
(Salmo 34:13)

La mentira aborrezco y abomino
pero amo tu ley.
(Salmo 119:163)

Pues nuestra exhortación no procedía de error ni de motivos impuros ni fue con engaño. Más bien, según fuimos aprobados por Dios para ser encomendados con el evangelio, así hablamos; no como quienes buscan agradar a los hombres, sino a Dios quien examina nuestro corazón.
(1 Tesalonicenses 2:3-4)

Porque si alguien estima que es algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.
(Gálatas 6:3)

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros.
(1 Juan 1:8)

Su integridad guiará a los rectos, pero la perversidad arruinará a los traicioneros.
(Proverbios 11:3)

Hazme justicia, oh SEÑOR,
porque yo en mi integridad he andado.
Asimismo, he confiado en el SEÑOR; no vacilaré.
Examíname, oh SEÑOR, y pruébame. Purifica mi conciencia y mi corazón;
porque tu misericordia está delante de mis ojos,
y camino en tu verdad.
No me he sentado con los hombres falsos
ni tengo tratos con los hipócritas.
(Salmo 26:1-4)

Pero el Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, prestando atención a espíritus engañosos y a doctrinas de demonios. Con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia.
(1 Timoteo 4:1-2)

Entonces la serpiente dijo a la mujer: Ciertamente no morirán.
(Génesis 3:4)

Y Jacob, que se había enamorado de Raquel, dijo: Yo trabajaré para ti siete años por Raquel, tu hija menor.
Labán respondió: Mejor es que te la dé a ti que dársela a otro hombre. Quédate conmigo.

Así trabajó Jacob por Raquel siete años, los cuales le parecieron como unos pocos días, porque la amaba. Entonces Jacob dijo a Labán: Entrégame mi mujer para que conviva con ella, porque mi plazo se ha cumplido.

Entonces Labán reunió a todos los hombres de aquel lugar e hizo un banquete. Y sucedió que en la noche tomó a su hija Lea y se la trajo, y él se unió a ella. (Labán dio su sierva Zilpa a su hija Lea, como sierva). Y al llegar la mañana, ¡he aquí que era Lea! Entonces él dijo a Labán: ¿Por qué me has hecho esto? ¿No he trabajado para ti por Raquel? ¿Por qué, pues, me has engañado?
(Génesis 29:18-25)

El faraón dijo: Yo los dejaré ir para que ofrezcan sacrificios al SEÑOR su Dios en el desierto, con tal que no se vayan demasiado lejos. Rueguen por mí.

Respondió Moisés: He aquí, al salir yo de tu presencia, rogaré al SEÑOR, y él hará que mañana la nube de moscas se aparte del faraón, de sus servidores y de su pueblo, con tal que el faraón no se vuelva a burlar, no dejando ir al pueblo para ofrecer sacrificios al SEÑOR.
(Éxodo 8:28-29)

No jurarán falsamente por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo, el SEÑOR.
(Levítico 19:12)

Entonces el SEÑOR me dijo: Mentira profetizan los profetas en mi nombre. Yo no los he enviado ni les he mandado ni les he hablado. Les profetizan visión mentirosa, adivinación vana y el engaño de sus propios corazones.
(Jeremías 14:14)

Guárdense de los falsos profetas, que vienen a ustedes vestidos de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces.
(Mateo 7:15)

Pero, ¿qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él contestó y dijo: “No quiero”. Pero después cambió de parecer y fue. Al acercarse al otro, le dijo lo mismo; y él respondió diciendo: “¡Sí, señor, yo voy!”. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?

Ellos dijeron: El primero.

Y Jesús les dijo: De cierto les digo que los publicanos y las prostitutas entran delante de ustedes en el reino de Dios.
(Mateo 21:28-31)

Pero cuando Pedro vino a Antioquía, yo me opuse a él frente a frente porque era reprensible. Pues antes que vinieran ciertas personas de parte de Jacobo, él comía con los gentiles; pero cuando llegaron, se retraía y apartaba temiendo a los de la circuncisión. Y los otros judíos participaban con él en su simulación, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos. En cambio, cuando vi que no andaban rectamente ante la verdad del evangelio, le dije a Pedro delante de todos: “Si tú, que eres judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a hacerse judíos?”.
(Gálatas 2:11-14)

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