Dios nos ayuda a superar el dolor, sea físico o emocional. Él nos consuela y nos ayuda a mantener la esperanza. El dolor no es para siempre, pero el amor de Dios sí lo es. Jesús vino a ayudarnos a superar el dolor. Él comprende nuestro sufrimiento porque él también sufrió. ¡Pero Jesús venció todo dolor! Un día, en el cielo, ya no habrá más dolor ni sufrimiento. Hasta entonces, él nos ayuda a superar el dolor.
Porque de la manera que abundan a favor nuestro las aflicciones de Cristo, así abunda también nuestra consolación por el mismo Cristo.
(2 Corintios 1:5)
Ciertamente tú ves la vejación y la provocación;
las miras para dar la recompensa.
A tus manos se acoge el desdichado;
tú eres el amparo del huérfano.
(Salmo 10:14)
Porque Cristo también padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios; siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.
(1 Pedro 3:18)

Clamaron los justos, y el SEÑOR los oyó;
los libró de todas sus angustias.
Cercano está el SEÑOR
a los quebrantados de corazón;
él salvará a los contritos de espíritu.
(Salmo 34:17-18)
Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a fin de que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.
(1 Pedro 2:24)
Ciertamente él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Nosotros lo tuvimos por azotado, como herido por Dios y afligido. Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados.
(Isaías 53:4-5)
Porque considero que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de comparar con la gloria que pronto nos ha de ser revelada.
(Romanos 8:18)
Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día. Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable; no fijando nosotros la vista en las cosas que se ven sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas.
(2 Corintios 4:16-18)
y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo. Por eso me complazco en las debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones y angustias por la causa de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
(2 Corintios 12:9-10)
Esto es mi consuelo en mi aflicción: que tu palabra me ha vivificado.
(Salmo 119:50)
Si tu ley no hubiera sido mi delicia
ya habría perecido yo en mi aflicción.
Nunca jamás me olvidaré
de tus ordenanzas
porque con ellas me has vivificado.
(Salmo 119:92-93)
Los que temen al SEÑOR, alábenle; glorifíquenle todos los descendientes de Jacob.
Teman ustedes, todos los descendientes de Israel.
Porque no despreció ni desdeñó la aflicción del afligido
ni de él escondió el rostro.
Más bien, le oyó cuando clamó a él.
(Salmo 22:23-24)
No tendrán más hambre, ni tendrán más sed, ni caerá sobre ellos el sol ni ningún otro calor; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de agua viva, y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
(Apocalipsis 7:16-17)
Oí una gran voz que procedía del trono diciendo: “He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron”.
(Apocalipsis 21:3-4)
el SEÑOR abre los ojos a los ciegos;
el SEÑOR levanta a los que han sido doblegados;
el SEÑOR ama a los justos.
(Salmo 146:8)
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