Salmo del Día
Un Salmo bíblico diario para inspirar y mejorar tu día.
Salmo de Hoy
¡Sálvame, Señor mi Dios, porque en ti busco refugio! ¡Líbrame de todos mis perseguidores!
De lo contrario, me devorarán como leones; me despedazarán, y no habrá quien me libre.
Señor mi Dios, ¿qué es lo que he hecho? ¿qué mal he cometido?
Si le he hecho daño a mi amigo, si he despojado sin razón al que me oprime,
entonces que mi enemigo me persiga y me alcance; que me haga morder el polvo y arrastre mi honra por los suelos. Selah
¡Levántate, Señor , en tu ira; enfréntate al furor de mis enemigos! ¡Despierta, oh Dios, e imparte justicia!
Que en torno tuyo se reúnan los pueblos; reina sobre ellos desde lo alto.
¡El Señor juzgará a los pueblos! Júzgame, Señor , conforme a mi justicia; págame conforme a mi inocencia.
Dios justo, que examinas mente y corazón, acaba con la maldad de los malvados y mantén firme al que es justo.
Mi escudo está en Dios, que salva a los de corazón recto.
Dios es un juez justo, un Dios que en todo tiempo manifiesta su enojo.
Si el malvado no se arrepiente, Dios afilará la espada y tensará el arco;
ya ha preparado sus mortíferas armas; ya tiene listas sus llameantes saetas.
Miren al preñado de maldad: concibió iniquidad y parirá mentira.
Cavó una fosa y la ahondó, y en esa misma fosa caerá.
Su iniquidad se volverá contra él; su violencia recaerá sobre su cabeza.
¡Alabaré al Señor por su justicia! ¡Al nombre del Señor altísimo cantaré salmos!
Salmo de Ayer
¿Quién, Señor , puede habitar en tu santuario? ¿Quién puede vivir en tu santo monte?
Solo el de conducta intachable, que practica la justicia y de corazón dice la verdad;
que no calumnia con la lengua, que no le hace mal a su prójimo ni le acarrea desgracias a su vecino;
que desprecia al que Dios reprueba, pero honra al que teme al Señor ; que cumple lo prometido aunque salga perjudicado;
que presta dinero sin ánimo de lucro, y no acepta sobornos que afecten al inocente. El que así actúa no caerá jamás.
Salmo de Anteayer
Vengan, cantemos con júbilo al Señor ; aclamemos a la roca de nuestra salvación.
Lleguemos ante él con acción de gracias, aclamémoslo con cánticos.
Porque el Señor es el gran Dios, el gran Rey sobre todos los dioses.
En sus manos están los abismos de la tierra; suyas son las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo; con sus manos formó la tierra firme.
Vengan, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor.
Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado; ¡somos un rebaño bajo su cuidado! Si ustedes oyen hoy su voz,
no endurezcan el corazón, como en Meribá, como aquel día en Masá, en el desierto,
cuando sus antepasados me tentaron, cuando me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras.
Cuarenta años estuve enojado con aquella generación, y dije: «Son un pueblo mal encaminado que no reconoce mis senderos».
Así que, en mi enojo, hice este juramento: «Jamás entrarán en mi reposo».