El matrimonio es una de las relaciones más especiales que existe. El cónyuge es la persona que llega a conocernos mejor, quien ve nuestro verdadero yo cuando estamos cansados, tristes, alegres o frustrados.
Dios diseñó el matrimonio y desea que cada pareja experimente todo lo bueno que él les quiere dar en cada etapa. Bajo su dirección, cada matrimonio puede florecer con el pasar de los años y dejar un legado lleno de amor y bondad que inspire a muchas generaciones.
Tema: Construyendo un matrimonio fuerte que florece y glorifica a Dios en cada etapa
Objetivo: Inspirar a los oyentes a evaluar en qué etapa se encuentra su matrimonio. Animarlos a permitir que Dios irrumpa con su amor y poder, recibiendo su dirección para que el matrimonio se fortalezca y florezca en la etapa en la que se encuentra.
Texto base: Mateo 19:4-6, Eclesiastés 4:12, Cantares 8:6-7a y Juan 16:33.
Versículos base:
Así que ya no son dos, sino un solo ser. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe nadie.
(Mateo 19:6)
Grábame como un sello sobre tu corazón; llévame como una marca sobre tu brazo. Fuerte es el amor, como la muerte, y tenaz la pasión, como el sepulcro. Como llama divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo.
(Cantares 8:6-7a)
Introducción
El matrimonio no fue idea del hombre, sino un diseño perfecto de Dios. Cuando él ocupa el centro del hogar, se convierte en el fundamento que sostiene a la pareja, incluso en medio de las tormentas que llegan. Sin la presencia de Dios, los retos pueden parecer abrumadores. Con él, incluso las crisis se transforman en oportunidades de crecimiento.
Cada etapa del matrimonio trae desafíos distintos, pero también nuevas bendiciones. Tener a Dios como guía permite enfrentar los cambios con sabiduría, amor y esperanza, confiando en que él camina junto a la pareja en cada etapa de la vida.
Cinco etapas cruciales del matrimonio
El matrimonio no es estático; con el pasar del tiempo atraviesa diferentes etapas. Aunque cada pareja vive estas fases de manera única, existen momentos clave que marcan la relación. En cada una de ellos, es vital recordar que Dios desea ser el compañero fiel al que acudimos en medio de los conflictos, decisiones y dificultades. Él está siempre con su mano extendida, presto para fortalecernos y guiarnos.
1. La luna de miel: el comienzo de la historia
Esta etapa está llena de entusiasmo, pasión e ilusión. Todo es nuevo y emocionante. Los sueños se comparten con facilidad y se disfruta intensamente del tiempo juntos. Es un período de aventuras, risas y planes, donde se comienza a trazar el camino que se recorrerá como pareja por el resto de la vida.
2. Etapa del descubrimiento: viendo la realidad
En esta etapa comienzan a hacerse visibles los defectos, diferencias y limitaciones del otro. Puede aparecer la desilusión al darse cuenta de que el cónyuge no es perfecto. Si llegan los hijos, se suman nuevas responsabilidades y ajustes, y muchas veces la atención ya no es exclusiva.
El cansancio, los celos o la apatía pueden generar tensiones. Esta fase puede fortalecer el matrimonio si ambos buscan la dirección del Señor con humildad, o debilitarlo si cada uno intenta imponer su propio criterio sin considerar al otro.
3. La lucha por el poder: el deseo de mantener el control
Aquí surge la necesidad de definir roles, responsabilidades y decisiones prácticas del día a día. Es una etapa donde se aprende a negociar, a escuchar y a ceder. Los esposos descubren que no se trata de ganar discusiones, sino de amarse, entenderse y proteger la relación. Cuando entienden que son un equipo y no rivales, comienzan a experimentar mayor unidad y paz.
4. Etapa de madurez y mayor estabilidad
Con los hijos ya grandes o fuera del hogar, la pareja mira atrás y reconoce todo lo que ha superado junta. Han enfrentado dificultades económicas, pérdidas de gente amada, enfermedades y otros desafíos, pero han permanecido comprometidos el uno al otro.
Se han apoyado mutuamente para crecer personal y profesionalmente. Han descubierto cosas fascinantes el uno del otro, y ahora disfrutan de una relación más profunda, realista y estable, libre de expectativas irreales.
5. Preparando el legado: trabajando juntos por dejar recuerdos llenos de amor y felicidad
La pareja que llega a esta etapa tomada de la mano del Señor ha desarrollado un amor maduro, generoso y con propósito. Ya no se enfocan en lo que pueden recibir, sino en cómo pueden bendecir a los demás y cómo pueden bendecirse el uno al otro.
En esta etapa, los cónyuges usan sus fortalezas para impactar a sus hijos, nietos y a todos los de su entorno. Comprenden que la vida es pasajera y que lo más valioso es amar, servir y compartir momentos significativos con las personas que Dios ha puesto en su camino.
Conclusión
Cada etapa del matrimonio requiere gracia, compromiso y dependencia de Dios. El llamado es a permanecer firmes en el Señor, permitiendo que él sea el centro de la relación en todo momento. Así se construirán matrimonios sólidos, llenos de amor y fe, capaces de dejar una huella preciosa y duradera en el corazón de las generaciones que vienen.
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