Aunque es una verdad bíblica y una expresión popular en el ámbito cristiano, la frase «Jesús es el Médico de médicos» no se encuentra en su totalidad en las Escrituras.
Sin embargo, la Biblia se refiere a Jesús como el médico que sana las enfermedades físicas y espirituales de las personas. En Lucas 5:31, Jesús dijo: «Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos». Y en Marcos 2:17, afirmó: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
Mediante su muerte y resurrección, Jesús ofrece sanidad y la esperanza de vida eterna a todos los que confían en él como su Salvador.
Dios conoce cada célula de tu cuerpo, y nada de lo que sucede en tu vida le sorprende. Su poder no tiene límites, y puede ordenar tu sanidad, ya sea en el ámbito físico, emocional, psicológico o espiritual. ¡Cree e invoca el poder de lo alto!
Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a fin de que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.
(1 Pedro 2:24)
Jesús trae alivio a los que sufren
El Médico de médicos, Jesús, se preocupa por nuestra situación. Él puede sanar el dolor de los afligidos y oprimidos que acuden a él con fe y humildad. Cristo fue enviado para liberar a los cautivos y sanar la peor enfermedad de la humanidad: el pecado que nos separa de Dios.
El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido
para anunciar buenas noticias a los pobres.
Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos
y dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
a pregonar el año del favor del Señor.
(Lucas 4:18-19)
Así, la Biblia nos muestra como seres vulnerables, a veces heridos, a veces enfermos, pero siempre necesitados de verdadera sanación. Nuestras fallas y nuestra inclinación al mal ofenden a Dios. Por eso Jesús, el perfecto, sufrió el castigo en nuestro lugar.
Él vino a liberar a los cautivos
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
(Isaías 53:4-5)
Cristo se expuso a la mayor infección del mundo porque nos amaba. Vino a un pueblo infectado con el virus más maligno (el pecado) y cargó con las consecuencias de la peor enfermedad para darnos vida y esperanza eterna.
Según los Evangelios, Jesús curó diversos tipos de enfermedades. Aquí hay algunos ejemplos bíblicos:
Paralíticos
La parálisis física puede ser limitante en muchos aspectos de la vida. Quienes sufrían de atrofia o estaban lisiados en tiempos de Jesús tenían escasos medios de transporte o subsistencia. Jesús cuidó de muchos en esta condición y los sanó.
Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.
(Marcos 3:3-5)
Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
(Mateo 8:5-7)
Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
(Juan 5:8-9)
Leprosos
La lepra es una enfermedad contagiosa de la piel que no tenía tratamiento ni cura en tiempos bíblicos. Por esta razón, los leprosos eran mantenidos alejados de la sociedad para que no contagiaran a otros. Jesús sanó a muchos leprosos, incluso tocándolos y pasando tiempo con algunos de ellos, sin excluirlos.
Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.
(Mateo 8:2-3)
Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano.
(Lucas 17:12-16)
Ciegos
La ceguera (discapacidad visual) es una enfermedad que impide a las personas ejercitar uno de sus cinco sentidos: la vista. La Biblia también habla de la ceguera espiritual, que limita a las personas a un grado mucho más profundo. Las personas espiritualmente ciegas no ven la realidad espiritual de su condición ni comprenden el propósito de Dios para sus vidas. Jesús sanó tanto a los ciegos físicos como a los espiritualmente ciegos.
el SEÑOR abre los ojos a los ciegos;
el SEÑOR levanta a los que han sido doblegados;
el SEÑOR ama a los justos.
(Salmo 146:8)
Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó.
(Mateo 21:14)
y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
(Juan 9:7)
Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.
(Juan 9:35-38)
Endemoniados y oprimidos
La posesión demoníaca también puede compararse con una enfermedad terrible. A menudo se confunde con una enfermedad mental, pero la opresión requiere liberación espiritual del dominio de Satanás. Jesús mismo enseñó que si él nos libera, seremos verdaderamente libres (Juan 8:36).
Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo. Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.
(Lucas 8:35-36)
Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.
(Mateo 8:16-17)
Mientras salían ellos, he aquí, le trajeron un mudo, endemoniado. Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel.
(Mateo 9:32-33)
Enfermedades más graves
No todas las enfermedades que Jesús sanó quedaron registradas de forma descriptiva en las Escrituras. Muchas enfermedades incurables, así como muchas señales y prodigios, permanecen en el anonimato hasta el día de hoy. Es cierto que, a lo largo de la historia, Jesucristo ha sanado y sigue sanando a muchos que creen en su poder y gracia.
En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.
(Lucas 7:21)
Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.
(Juan 21:25)
Jesús resucitó muertos
Además de sanar a los enfermos, Jesús también resucitó a muchos que ya habían muerto. Estos actos sobrenaturales e inexplicables sirvieron para revelar que el Señor soberano Jesús es Dios, con todo poder en el cielo y en la tierra. Nada es imposible para él.
Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro. Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.
(Lucas 8:49-50)
Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
(Juan 11:43-44)
Jesús es la resurrección y la vida. Aunque nuestros cuerpos mortales fallen y un día dejen de funcionar, por la fe, seguiremos vivos como él vive.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
(Juan 11:25-26)
Dios de lo imposible
Dios conoce todo lo que sucede con nosotros. En todas las áreas de nuestra vida, familia, fe y trabajo, él nos conoce y sabe todo lo que necesitamos. Él es la sanación que necesitamos a diario, en cuerpo, alma y espíritu. Por lo tanto, en medio de las aflicciones y enfermedades:
1. ¡Clama a él!
Pero cuando en su angustia clamaron al SEÑOR, él los libró de sus aflicciones.
Envió su palabra y los sanó; los libró de su ruina.
(Salmo 107:19-20)
2. Sigue a Jesús
Y le siguieron grandes multitudes, y los sanó allí.
(Mateo 19:2)
3. Entrega tu situación en las manos de Dios
Encomienda al SEÑOR tu camino; confía en él, y él hará.
(Salmo 37:5)
4. Confía en el Señor, Dios todopoderoso
Confíen en el SEÑOR para siempre, porque el SEÑOR es la Roca de la eternidad.
(Isaías 26:4)
5. Descansa bajo el cuidado del Médico de médicos
El que habita al abrigo del Altísimo
Morará bajo la sombra del Omnipotente.
Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en quien confiaré.
(Salmo 91:1-2)
Sigue adelante con fe y valentía en tu corazón. Sea cual sea tu enfermedad, grave o leve, Jesús puede cambiar tu aflicción por paz. Encomiéndale tu vida y búscalo con todo tu corazón. Él otorga sabiduría a los médicos y provee recursos para mejorar tu salud. ¡Confía con esperanza! El Señor lo tiene todo bajo control.
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