La transfiguración de Jesús: cómo fue (explicación bíblica)


Se conoce como la transfiguración de Jesús al momento en el que el aspecto físico de Jesús cambió por unos instantes. Según el relato bíblico, su rostro resplandeció como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz. A su lado aparecieron Moisés y Elías. Esto ocurrió en un lugar apartado, en una montaña alta, y en presencia de tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan.

La transfiguración de Jesús demostró su divinidad. Su rostro y su ropa resplandecientes autentificaron que Jesús no era un ser humano como otro cualquiera. Durante la transfiguración apareció una nube luminosa que los envolvió y de la cual salió una voz (la voz de Dios Padre) que dijo: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él. ¡Escúchenlo!».

Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos que acompañaron a Jesús, experimentaron una mezcla de emociones. Se asombraron al ver el cambio en Jesús, al ver a Moisés y Elías, al oír la voz del Padre y ver la luz luminosa que envolvió a Jesús. Pero, además de asombro, se aterrorizaron, sintieron miedo ante esa manifestación de lo sobrenatural.

Son tres los Evangelios en los que encontramos el relato de ese momento tan especial: en Mateo 17: 1-9, Marcos 9: 2-10 y Lucas 9:28-36. Hacía pocos días que Jesús le había anunciado su muerte y resurrección a sus discípulos. Ahora, Pedro, Santiago y Juan tenían la oportunidad de ver algo asombroso que confirmaba la divinidad de Jesús.

Pedro quería construir tres cobertizos para Jesús, Moisés y Elías, pero el momento terminó. Dios confirmó de forma audible que Jesús es su Hijo amado, y luego, todo volvió a la normalidad. Jesús le pidió a los tres discípulos que guardaran en secreto esa experiencia hasta que él se levantara de los muertos, y así lo hicieron.

¿Cuál es la importancia de la transfiguración de Jesús? ¿Por qué sucedió?

La transfiguración de Jesús dio prueba de su divinidad y mostró su gloria. Para Jesús, era importante que sus tres discípulos más cercanos tuvieran claro que él no era simplemente un buen hombre o un gran profeta. Permitió que Pedro, Santiago y Juan presenciaran ese momento para que pudieran entender quién era él en realidad: Dios hecho hombre.

La aparición de Moisés y Elías representó el señorío de Jesús sobre la ley y los profetas. De ellos tres, Jesús era el más grande, y la voz del Padre desde el cielo lo confirmó. Dios Padre afirmó quién era Jesús (su Hijo amado), su satisfacción con la obra de Jesús (estoy muy complacido con él) y su soberanía e importancia (¡Escúchenlo!).

Pedro y Juan escribieron en sus cartas sobre esa experiencia.

Cuando les dimos a conocer la venida de nuestro Señor Jesucristo en todo su poder, no estábamos siguiendo sutiles cuentos supersticiosos, sino dando testimonio de su grandeza que vimos con nuestros propios ojos. 17 Él recibió honor y gloria de parte de Dios el Padre cuando desde la majestuosa gloria se le dirigió aquella voz que dijo: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él». 18 Nosotros mismos oímos esa voz que vino del cielo cuando estábamos con él en el monte santo.
(2 Pedro 1:16-18)

Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y contemplamos su gloria, la gloria que corresponde al Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
(Juan 1:14)

Ellos dieron testimonio sobre el poder y la gloria manifestados en Jesús en ese momento, porque es importante que nosotros también tengamos claro que Jesús fue más que un hombre maravilloso. Él es Dios encarnado, Dios todopoderoso, y es en él que tenemos puesta nuestra confianza de vida eterna. Él vive, y moraremos con él por toda la eternidad.

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