Estudio bíblico sobre el Espíritu Santo


El Espíritu Santo es Dios mismo. Es la tercera persona de la Trinidad y mora en el creyente como garantía de que es hijo de Dios. O sea, es la presencia de Dios dentro de todo aquel que ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador.

Una de las tareas del Espíritu Santo es capacitar a los que han recibido a Jesús como Señor y Salvador. Los ayuda a vivir dentro de la voluntad de Dios y a llevar su presencia y mensaje dondequiera que van. Jesús anunció a sus discípulos que el Espíritu Santo les daría poder para que fueran sus testigos en todo lugar (Hechos 1:8).

Pero esa no es la única función del Espíritu Santo. Veamos algunas de sus otras funciones y demos gracias a Dios por la presencia de su Espíritu en nosotros.

¿Qué hace el Espíritu Santo?

1. Es el Consolador que nos acompaña y nos enseña

En los momentos de dificultad, el Espíritu Santo nos consuela. Su presencia trae paz al corazón y su compañía nos ayuda a superar el dolor. Con él, perseveramos en medio de las dificultades, pues sabemos que Dios tiene el control y confiamos en él.

Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre...
(Juan 14:16)

Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes.
(Juan 16:7)

Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho.
(Juan 14:26)

Gracias, Padre, porque no me has dejado solo. Tu Espíritu Santo me acompaña y me consuela en todo momento y en medio de cualquier situación. Ayúdame a escucharlo con atención y a aprender todo lo que necesito para poder vivir una vida agradable a ti. En el nombre de Jesús, amén.

2. Convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio

El Espíritu Santo le expone al mundo lo que está bien y lo que está mal. Esto lo hace a través de los hijos de Dios y a través de circunstancias que le muestran a las personas la necesidad de rectificar su camino y volverse al Señor.

Y, cuando él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio; en cuanto al pecado, porque no creen en mí; en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ustedes ya no podrán verme; y en cuanto al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.
(Juan 16:8-11)

Gracias, Señor, porque tu Espíritu Santo me convenció de pecado y tocó mi corazón para que yo creyera en ti. Ayúdame a llevar tu presencia, tu justicia y tu amor dondequiera que voy. Gracias porque tú ya venciste y juzgaste al maligno y tú eres el Rey victorioso por siempre. Quiero vivir consciente de tu victoria y con el corazón lleno de tu Espíritu Santo. Ayúdame, Señor.

3. Nos guía en la verdad

El Espíritu Santo muestra la verdad y guía al creyente en Dios. En momentos de dudas, es bueno detenerse a buscar la presencia de Dios leyendo su Palabra y escuchando lo que su Espíritu dice a nuestro corazón. Él siempre nos guía conforme a la verdad del evangelio.

Pero, cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá solo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir.
(Juan 16:13)

... el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes.
(Juan 14:17)

Gracias, Dios, porque tengo la claridad de tu verdad, pues el Espíritu Santo vive conmigo y está en mí. Quiero permanecer firme en el conocimiento de que soy tuyo por siempre y nada ni nadie me podrá separar de tu amor (Romanos 8:35-39). Ayúdame a sumergirme en tu Palabra, que es la verdad, para escuchar tus palabras de afirmación sobre quién soy yo en ti. Enséñame a compartir tu verdad con todos los que me rodean. Amén.

4. Nos da poder para testificar sobre lo que Dios hace en nosotros

El Espíritu Santo nos hace valientes y nos da un amor especial por los que todavía no conocen a Dios. Con el poder del Espíritu Santo amamos a los demás y les mostramos el gozo que trae vivir en paz con Dios.

Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.
(Hechos 1:8)

Gracias, Padre, por el poder de tu Espíritu Santo que mora en mí. Gracias porque me capacita para dar testimonio de tu amor en mi vida. Ayúdame a llevar tu mensaje y tu presencia dondequiera que voy. Ayúdame a estar dispuesto a ir donde tú me llames para que tu nombre sea exaltado y glorificado en todas las naciones. En el nombre de Jesús, amén.

5. Nos capacita para llevar el mensaje de Dios sin temor

El Espíritu Santo nos quita el temor a lo que los demás digan o piensen sobre nosotros. Él nos da poder para superar nuestros temores y nos ayuda a llevar el amor y la Palabra de Dios a todos los que nos rodean.

Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno.
(Hechos 4:31)

Gracias, Padre, porque tu Espíritu Santo me llena y me capacita para compartir tu mensaje de salvación sin ningún temor. Ayúdame a aprovechar las oportunidades que se me presentan a diario. Quiero que tu nombre sea conocido por todos comenzando por mi familia y mis amigos. Quiero ser valiente para la gloria de tu nombre. Ayúdame, por favor. Amén.

6. Nos da dones para poder edificar a la iglesia

Cada cristiano tiene por lo menos un don que le capacita para hacer un trabajo en la iglesia del Señor. Unos predican, otros limpian. Unos cantan, otros administran. Unos profetizan y otros dan palabras de ánimo. Todos juntos construimos una iglesia fuerte que brilla para la gloria de Dios y que bendice la comunidad en la que están.

Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos.
A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás.
(1 Corintios 12:4-7)

Gracias, Señor, por tu manifestación específica en mi vida y los dones que me has dado. Quiero usarlos para que tu nombre sea exaltado y para que tu iglesia se fortalezca. Dame mucha sabiduría al usar los dones y talentos que me has concedido. Quiero bendecir a tu pueblo y que tú seas glorificado a través de mí. Te amo, Señor, amén.

Los dones del Espíritu Santo

7. Nos hace santos y nos justifica

Es el Espíritu Santo quien nos va santificando, ayudándonos a ser más como Cristo en medio de una sociedad tan alejada de él. La obra del Espíritu Santo nos ayuda a actuar en todo momento de una forma que agrada a Dios. Su poder y su obra en nosotros nos ayuda a ser más como Jesús cada día.

Nosotros, en cambio, siempre debemos dar gracias a Dios por ustedes, hermanos amados por el Señor, porque desde el principio Dios los escogió para ser salvos, mediante la obra santificadora del Espíritu y la fe que tienen en la verdad.
(2 Tesalonicenses 2:13)

Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.
(1 Corintios 6:11)

Gracias, Papá, por haberme escogido. Gracias porque tu Espíritu Santo me ha santificado y justificado. No es por mis méritos, sino por la obra redentora de Jesús y por tu Espíritu que puedo acercarme a ti sin pecado y sin temor. Gracias por escogerme para ser parte de tu familia. Ayúdame a vivir de forma digna ante ti y ante los hombres. Amén.

8. En él hay verdadera libertad

En el Espíritu de Dios hay libertad para ser libres de la opresión del enemigo y del poder del pecado y de la muerte. La libertad que el Espíritu Santo nos da, es una que nos ayuda a vivir la vida plena en Jesús, agradándole en todo y sirviéndole con gozo.

Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.
(Romanos 8:1-2)

Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y, donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
(2 Corintios 3:17)

Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.
(Gálatas 5:16)

Gracias, Padre, por la libertad que me concedes. Gracias porque tus hijos no somos más esclavos del pecado o de la muerte. En ti tenemos vida abundante, gozo verdadero y la esperanza de la vida eterna. Gracias por tantas bondades inmerecidas. Quiero vivir para ti por la eternidad. Amén.

9. Su presencia da fruto en nuestra vida

La presencia del Espíritu Santo nos transforma, haciéndonos más como Jesús. Mientras más nos llenamos del Espíritu Santo, más dejamos de lado la naturaleza pecaminosa y los deseos carnales. Al estar llenos del Espíritu Santo, producimos fruto que nos beneficia no solo a nosotros, sino a todos los que están en contacto con nosotros.

En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu.
(Gálatas 5:22-25)

Gracias, Papá, porque la presencia de tu Espíritu Santo no me deja igual. Gracias por todas las cosas buenas que siento en mi corazón y que puedo manifestar para bendecir a los demás y transformar este mundo que tanto te necesita. Ayúdame a mostrar más amor, gozo, paz, paciencia... más de tu fruto ante cualquier circunstancia. Que todo lo haga en tu nombre y guiado por ti. Amén.

10. Nos confirma que somos hijos de Dios

Sentir la presencia del Espíritu Santo nos confirma nuestra realidad: ¡somos hijos de Dios! Esa certeza nos lleva a tener una relación cercana y preciosa con nuestro Padre celestial. Nuestra verdadera identidad está ahí: somos hijos del Dios todopoderoso y nadie podrá cambiar eso jamás.

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
(Romanos 8:14)

Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.
(Romanos 8:15-16)

Gracias porque tu Espíritu Santo en mí me da la certeza de que soy tu hijo. Gracias porque puedo llamarte «Papi» y presentarme ante ti con confianza sabiendo que tú nunca rechazas a tus hijos. ¡Todo lo contrario! Siempre tienes tus brazos abiertos, listos para recibirme y abrazarme. Gracias porque ya no tengo que vivir con miedos ni temores. En ti tengo mi seguridad. Te alabo, Señor.

¡Vivamos vidas que bendicen e inspiran! ¡Vivamos llenos del Espíritu Santo!

Para aprender más sobre el Espíritu Santo: