Frases bíblicas de homenaje a un ser amado fallecido


Aquí encontrarás una colección de frases bonitas, cortas y cristianas que te ayudarán a honrar a un ser querido fallecido. Rinde homenaje a esa persona que recordarás siempre con cariño, pues te bendijo con su amor y te ayudó a ser la persona que eres hoy.

No es fácil decir adiós a una persona tan especial. Dios me bendijo cuando permitió que se cruzaran nuestros caminos. En nuestros momentos compartidos aprendí mucho sobre la vida, la fe y la amistad. Alabo a Dios por la certeza de que ahora descansa ahora en sus brazos.

Hoy salta con gozo, pues ha escuchado las palabras de Mateo 25:23: “Bien, siervo bueno y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor”. ¡Celebremos una vida bien vivida con Cristo y un destino eterno incomparable!

En Cristo, este no es un adiós, sino un hasta luego. ¡Gloria a Dios por la esperanza eterna que tenemos en él!

Fue de gran bendición a mi vida y dejó huellas de amor en el corazón de todos los que le conocimos. Doy gracias a Dios por todo lo que vivimos juntos y por la preciosa esperanza de que nos volveremos a ver.

En memoria de alguien que vivió con valentía el camino terrenal. Hoy su cuerpo vuelve al polvo y su espíritu regresa a Dios. ¡Ya descansa en paz en los brazos de nuestro Señor!

Volverá entonces el polvo a la tierra, como antes fue,
y el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio.
(Eclesiastés 12:7).

Los consejos de mi madre amada y su amor me inspiraron a dar lo mejor de mí. Fue un gran honor ser su hijo. Hoy doy muchas gracias a Dios por su vida y le rindo homenaje con todo mi amor. ¡Sé que nunca la olvidaré!

Aunque hoy lloro su partida y sé que sentiré su ausencia, agradezco al Padre por cada minuto compartido. Doy gracias a Dios por las veces en las que reímos juntos y porque nos pudimos acompañar en los momentos de necesidad. Hoy celebro su vida y alabo a Dios porque sé que nos volveremos a ver.

Fuimos muchos los inspirados a través de su testimonio fiel y su vida llena del Señor. Doy gracias a Dios porque en su vida reflejó fielmente a Cristo aquí en la tierra. Sé que nos veremos en la eternidad.

Agradezco a Dios por el amor y las vivencias preciosas que compartimos. Mi vida es mejor porque tuve un compañero fiel a mi lado que me apoyó y me animó. Sé que nos veremos en la mansión celestial donde estaremos con Cristo por toda la eternidad.

Mi padre querido me enseñó a amar a Dios sobre todas las cosas y a obedecerle en todo momento. Fue un ejemplo para mí y le doy muchas gracias a Dios por todo lo que compartimos en la tierra, tanto los momentos de alegría como los retos diarios. ¡Que descanse en paz!

Vivió una vida preciosa, llevando a todos el amor de Dios y brillando con la luz de Cristo. Nos ayudó a entender que en Dios, la vida no termina jamás porque, sea que vivamos o que muramos, somos de nuestro Señor Jesucristo por toda la eternidad.

Si vivimos, para el Señor vivimos; y, si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.
(Romanos 14:8)

Hoy doy gracias a Dios por su vida. Fue de ánimo y ejemplo para muchos de nosotros en el camino de la fe. Seguiremos adelante, llevando el amor de Dios a los demás como un homenaje a él y para la gloria de nuestro amado Señor.

Recordarlo trae una sonrisa a mi boca y gozo a mi corazón. Fue un gran ejemplo para mí en mi andar con Cristo, y fue un inmenso placer compartir momentos preciosos con ella. Ya está con el Señor, ya ha visto a nuestro Salvador cara a cara. ¡Puedo imaginar sus saltos de felicidad! ¡Hasta luego!

¡No puedo creer que ya no está a mi lado! Hoy doy gracias a Dios por su vida, por todos esos años llenos de alegría y amor. Me duele su partida, mis ojos están llenos de lágrimas. Pero sé que está con Jesús y que nos volveremos a ver. ¡Hasta entonces!

Fue un gran ejemplo de mujer virtuosa, una mujer llena de fe en el Señor. Mi deseo es parecerme cada día más a ella. Doy muchas gracias a Dios porque me dio una mamá maravillosa, amorosa, especial. ¡Que descanse en paz!

Ya no hay más llanto, enfermedad o dolor. Ya disfruta de la casa eterna que nuestro Señor preparó para sus hijos. ¡Gloria a Dios!

De hecho, sabemos que, si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas.
(2 Corintios 5:1)

Hoy recuerdo cómo me inspiró a ser un mejor hijo de Dios y me retó a ser más como Jesús. Y es, precisamente, gracias a la obra de Cristo en la cruz, que sé que nos volveremos a ver. ¡Bendita sea la esperanza que tenemos en el Señor!

¡Qué bueno es Dios! Él permitió que nuestros caminos se cruzaran en esta vida. Fue de gran bendición para mí. Hoy se adelantó, ha partido con el Señor. Pero en medio de la tristeza, me gozo porque no es un adiós eterno, sino un hasta luego. ¡Con Cristo viviremos por toda la eternidad!

Hoy vemos la gran cosecha de amor que dejó. Vivió dando amor, haciendo a los demás sentirse apreciados, importantes, amados. Todos los que llegaban a su casa eran recibidos con una sonrisa, con la atención que se le da a alguien muy importante. Vemos hoy el resultado de todas esos momentos llenos de cariño. Sabemos que su amor fluía de una relación personal con Dios y hoy ya está en los brazos del Padre.

De cierto, de cierto les digo que a menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, queda solo, pero si muere lleva mucho fruto.
(Juan 12:24)

Hoy celebro la vida de alguien especial, alguien con quien compartí alegrías y tristezas, alguien que me aceptó tal como soy y a la misma vez me animó a ser cada día mejor. ¡Gracias a Dios por el regalo de su amistad! ¡Que descanse en paz!

Siempre recordaré su sonrisa y su optimismo. Donde otros veían problemas, él veía oportunidades porque sabía que Dios tiene todo bajo su control. Celebremos hoy su vida con gratitud.

Mi amada madre sembró semillas de amor por todo su camino y alegró la vida de todos los que la conocieron. ¡Ya entró en el reposo del Señor!

Hoy rendimos homenaje a una persona especial que nos ayudó a muchos en el camino de la fe. Su vida fue de gran bendición y hoy damos gracias al Padre por una vida bien vivida para su gloria.

En este día celebro con nostalgia la vida de mi mamá. También me afirmo en la esperanza de que ella ya disfruta de la morada celestial y de la compañía del Señor Jesús, a quien amó y sirvió de todo corazón.

No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y, si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté.
(Juan 14:1-3)

En este día nos despedimos físicamente de alguien especial. Con su sencillez y alegría, iluminó la vida de todos los que estamos aquí. Sin embargo, su característica principal fue su amor por Dios. Él sabía que, al terminar su caminar en la tierra, estaría con Cristo por toda la eternidad. Ya ha comenzado su eternidad con el Señor.

Recuerdo el día en el que rindió su corazón ante el Señor. ¡Día de victoria y de gran gozo! Pero sé que hoy disfruta de un gozo todavía más maravilloso: ¡ya entró a la vida eterna y ya descansa en los brazos de nuestro amado Dios!

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
(Juan 3:16)

En Cristo, hoy decimos hasta luego. Las lágrimas brotan, pero tenemos la esperanza de que nos volveremos a ver y viviremos eternamente con el Señor, nuestro Dios.

Luego de una larga lucha contra la enfermedad, hoy reposa en paz en los brazos del Señor. Gracias a Dios, porque en Cristo, la muerte fue vencida. Hoy descansa en él y vive el nuevo comienzo eterno a su lado.

Los que van por el camino recto mueren en paz;
hallan reposo en su lecho de muerte.
(Isaías 57:2)

Siento tristeza por la separación física de una persona tan importante para mí. Pero, al mismo tiempo, siento paz y gozo al saber que ya no sufre más y que está con Cristo por toda la eternidad.

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